El sur global tiene hoy más espacio: Walden Bello

El sur global tiene hoy más espacio: Walden Bello

Entrevista a Walden Bello por Néstor Restivo.

La primera vez que vi a Walden Bello fue en el verano de 2001, en Porto Alegre. En ocasión del primer Foro Social Mundial (FSM), hace ya más de dos décadas, este sociólogo de Filipinas, ex diputado en su país y uno de los directores de Focus on the Global South, viajó al sur de Brasil como tantos militantes, dirigentes y académicos o investigadores que se esperanzaron en que ese foro, y los que le sucedieron durante varios años, se consolidaría como tribuna internacionalista de resistencia al neoliberalismo —entonces en su hora expansiva— y a la vez plataforma de ideas alternativas.

En esos primeros FSM que fueron un celebratorio encuentro multidiverso en muchos sentidos, al tiempo que denunciante de un orden global injusto, se cruzaron Noam Chomsky, Samir Amin, Michael Löwy,  Immanuel Wallerstein, Tariq Ali, Hugo Chávez, Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo, Adolfo Pérez Esquivel, Boaventura de Sousa Santos, Ana Esther Ceceña, James Petras, Michael Hardt, Atilio Borón, Julio Gambina, Claudio Lozano, Beverly Keene, Emir Sader, Orlando Caputo, Rigoberta Menchú, Tom Hyden, Eduardo Galeano, Leonardo Boff, Eric Toussaint… y Walden Bello, cuya organización “Foco en el Sur Global” llamaba mi atención, porque esa denominación no era tan usual.

Se ha escrito que la primera vez que apareció el término “Sur Global” fue en 1969, cuando el profesor y activista estadounidense Carl Oglesby escribió un artículo sobre la guerra de Vietnam en el cual mencionó el «dominio del norte sobre el sur global”, causa, explicaba, de un “orden social intolerable».

“Ciertamente —dice ahora Walden Bello en la Casa de las Madres de Plaza de Mayo, en el invierno de Buenos Aires, ciudad que visita por primera vez— no fuimos nosotros los inventores ni los pioneros en hablar de ‘Sur Global’” y recuerda que Focus on the Global South se estableció en Bangkok, Tailandia, en 1995, para agregar que “en todo caso adoptamos ese nombre sintonizando en el momento correcto con lo que empezaba a ocurrir en el mundo”.

Walden Bello llegó a la capital argentina (y no dejó de observar con perplejidad todo lo que emerge del gobierno de Javier Milei) invitado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP). Vino para brindar un conversatorio sobre el “Impacto y oportunidades de la crisis de hegemonía estadounidense”, y sobre ese tema habló con Tektónikos.

¿Qué significa para ustedes, hoy, este Sur Global?

— Lo que llamamos países en desarrollo, subdesarrollados o países colonizados solía denominarse “Tercer Mundo”, pero después del colapso de la Unión Soviética y de Europa del Este como parte de ese mundo llamado comunista, que daba la idea de que había un segundo mundo, entre 1989 y 1991, se hizo más difícil de mantener esos términos. Entonces el término Global South o Sur Global, que ya se había inventado, resurgió como idea en la década de los 90 bajo la premisa de reclamar el fin de su dominación.

¿Cuáles eran sus principales desafíos y cuáles siguen siendo ahora, en este nuevo mundo en gestación?

— Siguen siendo terminar con la dominación económica y política de Estados Unidos y sus poderes aliados de Occidente. Son fuerzas estructurales que, básicamente, han dominado el mundo por 500 años, un escenario que ahora, sin embargo, en lo que va de este siglo XXI está en cuestión, sobre todo por la emergencia de un gran actor como China. Eso ha creado algún espacio para que el Sur Global pueda ser capaz de distanciarse de Occidente, lo que yo llamo un espacio propio de desarrollo, para políticas autóctonas, no para seguir siendo dominados por un poder o una fuerza occidental liderada por EE.UU. Creo que, de alguna manera, tenemos una situación similar a la de la Guerra Fría, donde la disputa EE.UU.-URSS abrió un espacio de maniobra al Tercer Mundo, pero con la diferencia que ahora China habilita otro escenario: es un gran poder económico y político de un modo que la URSS no lo era, o lo era solo militarmente, pero no en los otros planos. Es decir, en este momento ocurre que China tiene grandes recursos económicos y puede cooperar con el mundo en desarrollo mucho mejor. Son condiciones muy diferentes a las de la Guerra Fría.

¿Qué papel juegan los BRICS?

—  Es una importante y nueva formación, hoy ya con 10 países que se han integrado al llamado BRICS+, y significa que ya no solo los cuatro y luego cinco fundadores del inicio (Brasil, Rusia, India, China y luego Sudáfrica), sino ahora el doble de naciones (se sumaron desde 2024 Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos). Además, otros países quieren unirse; es decir, tenemos ahora a un nivel más grande de recursos que pueden usarse para el desarrollo del Sur Global. En segundo lugar, y quizá es lo más importante, tenemos de nuevo a China ya no solo como potencia económica, sino ofreciendo un modelo de desarrollo exitoso, liderado por el Estado, un contraste con lo que han venido pregonando por décadas el FMI o el Banco Mundial enfocados en el mercado como líder. Y en tercer lugar está el peso político de los BRICS, lo que es muy importante para proveer recursos, espacio y márgenes de maniobra más amplios, así como créditos para el Sur Global. Los BRICS ofrecen, además, diversidad, porque en muchos aspectos los socios son diferentes entre sí (Brasil de Arabia Saudita o Rusia de Irán, etc.) y sin embargo lo importante es que el grupo ahora ampliado ya no puede ser, por su tamaño y peso, dominado por poderes occidentales.

¿Y el papel de China en particular, siendo la más poderosa de ese grupo?

— Por supuesto China lidera el grupo, es el principal proveedor de recursos y conductor de los bancos de desarrollo que se van creando en este nuevo entorno, de los fondos de contingencia, que tienen formatos y requisitos diferentes a los esquemas del FMI (lo cual muestra un potencial alternativo al orden multilateral vigente, que ya funciona). El liderazgo de China es muy interesante, ha provisto una cantidad impresionante de recursos a países del Sur Global y es un modelo, insisto en eso, donde el Estado controla a las fuerzas del mercado y cada vez más países estudian eso como alternativa a economías conducidas por el mercado. Y está finalmente el peso político y militar chino, aunque es todavía mucho menor al estadounidense. China es muy cuidadosa de presentarse a sí misma no como un reemplazo de EE.UU., y ha dicho explícitamente que bancos como el Nuevo Banco de desarrollo (NBD) o el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII) no quieren reemplazar el sistema de Bretton Woods. Sin embargo, Estados Unidos afirma que China es un poder revisionista y ambicioso, que quiere ser número uno, reemplazar todo, no integrarse al capitalismo, y que plantea un desafío. En verdad, eso trata de justificar el primer objetivo de EE.UU., que es contener a China con una postura muy agresiva, en especial en la administración saliente de Biden.

La interna imperial

¿Occidente inevitablemente va a la guerra? ¿O hay sectores que quieren negociar algún tipo de transición?

—  Creo que Europa está siendo arrastrada por EE.UU. en ese objetivo de contener a China. Fue muy influida y eso llevó a que la OTAN se fuera expandiendo al este y hacia Asia. Por medios económicos, diplomáticos y militares, EE.UU. ha buscado frenar a China en todos estos años y el Partido Demócrata (PD) dio señales muy claras a sus militares de que eso quieren respecto de China, por lo que aumentó la cantidad de misiones y activos de los comandos militares norteamericanos en el Pacífico, se les dio luz verde a las FFAA para eso. Incluso se ha citado al comandante de la Fuerza Aérea, Mike Minihan, hablando de una posibilidad de ir a la guerra contra China en 2025.

Es menos claro al respecto, en Estados Unidos, la postura de la extrema derecha y del Partido Republicano en general, ¿no crees?

— Veamos eso. La candidata demócrata Kamala Harris y los líderes demócratas quisieran mantener el rol del “libre comercio”, la hegemonía de EE.UU., el uso de organismos multilaterales que ellos controlan y el flujo “libre” de capitales, pero básicamente ese es el viejo orden. El presidente Biden y otros han dicho que EE.UU. es el único capaz de preservar todo eso, las instituciones del dominio occidental juntas, etc. Y también creen que el contrincante republicano, Donald Trump, no haría eso. Con respecto a Trump, creo que no está tan interesado en expandir el poder económico estadounidense en el Sur Global, ni en el flujo de capitales, ni en promover una economía global o transfronteriza. Pensemos que en su primer gobierno, una de las acciones inmediatas de su administración en enero de 2017 fue retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Eso es algo muy distinto de lo que quiere el PD, y lo mismo ocurrió con los diferentes manejos en torno a la ocupación de Afganistán durante el cambio de gobierno de Trump a Biden. Creo que Trump está básicamente interesado en hacer regresar capitales a EE.UU., el llamado reshoring, porque acusa a las corporaciones empresariales de haberse llevado el trabajo fuera del país. Toda esa idea de poner “primero a EE.UU.” (“America first”) es su eje. Y sus seguidores odian a las grandes empresas tecnológicas del Sillicon Valley y a Wall Street. Y aunque el mismo Trump es obviamente un gran capitalista, él explota esos sentimientos contra el gran capital. Como sea, su idea no es tanto expandir EE.UU., sino poner como prioridad el mercado nacional.

— ¿Pero, el trumpismo se posiciona completamente ajeno a los problemas globales?

— Yo te diría que en general sí, aunque preservando obviamente el poder unilateral sobre cuestiones del mundo. Es claramente antiinmigración y, en términos militares, lo veo más comprometido e interesado en volver a tener un país poderoso por sí mismo, no uno de alianzas como por ejemplo con la OTAN, no le gusta eso. En definitiva, veo una diferente perspectiva a la de los demócratas, hay diferencias reales entre ambos contendientes electorales y ambos proyectos. Y la cuestión que yo hago es si nosotros en el Sur Global deberíamos elegir una de esas dos opciones. Mi respuesta es que no tenemos que hacerlo, no tenemos interés en el orden liberal ni el orden “America first”, sino que necesitamos prestar atención a cuál de las dos posturas se impone y en tratar de sacar ventaja de esas contradicciones.

Mirando desde Filipinas, ¿cuál es el papel del Sudeste Asiático en la reconfiguración global en curso?

— Hay muchas contradicciones. Vietnam y Filipinas son muy críticas de China por la misma razón: la disputa limítrofe en el Mar del Sur de la China, donde China fijó postura unilateralmente. Es un mar con seis países ribereños que reclaman y China, en forma unilateral, estableció que 90% del mismo le pertenece. Uno puede entender que la razón china no es expansionista, sino defensiva, porque el sudeste asiático está muy cerca del núcleo industrial chino (Shanghái, Guangzhou, sus zonas adyacentes, etc.) y la idea es que necesita proteger o prevenir un ataque de EE.UU. a su infraestructura productiva. En una hipótesis de guerra, eso es clave para China, y los estadounidenses tienen muchos activos militares en la zona. Eso es comprensible del lado chino, lo que no lo es fue su método unilateral de decir “esto es nuestro y como es nuestro lo desarrollaremos de tal modo”. Debió haber negociado eso con los demás países. Así, quizá podría haberse avanzado en la desmilitarización del área. Por eso, entre otras razones, Vietnam es crítico de China en este punto, tiene una política exterior independiente, como sabes ha peleado en el pasado con los norteamericanos y con los franceses, ejerce neutralidad diplomática.

¿Y tu país?

— Filipinas es diferente. Está completamente aliada militarmente a EE.UU. con el actual presidente Ferdinand Marcos Jr. Los estadounidenses tienen nueve bases militares y Marcos no tiene un sentido de lo nacional, no le interesa, solo le importa la fortuna familiar, su núcleo de personas cercanas, la dinastía, sus millonarias inversiones en EE.UU. y otros países occidentales, que fácilmente podrían ser expropiadas si no hace lo que Washington quiere. El gobierno de Marcos está completamente vendido a Estados Unidos y no tiene control de la política de defensa.

¿Qué pasa, mirando la escena global, con el resto de naciones del sudeste asiático? 

— El resto de ASEAN, la Asociación que integra a todos esas naciones, tiene diversidad, pero la mayoría de la población presenta una mejor opinión de China que de Estados Unidos, sobre todo en Tailandia, Camboya, Indonesia y Malasia. La mayoría favorece a China como socio más que a EE.UU. según reportes recientes. Los únicos dos países contra eso son, no sorprendentemente por lo que expliqué, aunque por razones diferentes, Vietnam y Filipinas. Esa es la situación actual en la región, que se ha vuelto decisiva en el tablero global.

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Publicado en Other News – Español, el 10 setiembre 2024.