Javier Vadell
A contramano de las tendencias belicistas y de las narrativas de “Nueva Guerra Fría” que predominan en Occidente, la política externa del presidente de Brasil, Lula da Silva, apunta a priorizar dos objetivos de la geopolítica de un país del Sur Global: la integración regional y las políticas de desarrollo.
Si bien en el primer objetivo prevalece un cierto voluntarismo frente a la fragmentada realidad política sudamericana, el segundo objetivo tiene a China como socio crucial para reformular la receta que combine la fortaleza exportadora de Brasil con las oportunidades del nuevo Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) del gobierno Lula III, orientado a la transformación industrial.
Según el secretario de Desarrollo Industrial, Innovación, Comercio y Servicios, Uallace Moreira, el nuevo desarrollismo brasileño está basado en seis misiones: las cadenas agroindustriales, infraestructura y saneamiento, el complejo económico industrial de la salud, transformación digital, tecnologías críticas y transición energética. Para alcanzar las metas, la sociedad estratégica con la República Popular de China (RPCh) es crucial.
El objetivo de nuestro análisis es observar y analizar cómo esta relación bilateral se está forjando a partir de relaciones multifacéticas, flexibles y complejas.
Brasil e China: ¿más juntos que nunca?
La visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva a la RPCh en marzo de 2023 constituyó un verdadero relanzamiento de la sociedad bilateral entre ambos países, después de la tumultuosa relación diplomática provocada y estimulada por el expresidente brasileño Jair Bolsonaro. La delegación del presidente Lula fue numerosa e incluía importantes empresarios.
En China se firmaron más de 20 acuerdos bilaterales que contemplaron: el fomento del turismo entre ambos países; el estímulo de inversiones en diferentes sectores, incluyendo la tecnología satelital; la cooperación en la lucha contra el hambre; la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible, entre otros temas. De hecho, este viaje, además de oportuno, marcó el foco geopolítico de Brasil de cara al futuro: el desarrollo y la reindustrialización del país, aprovechando las oportunidades que el gigante asiático puede brindar.
En junio, el vicepresidente Geraldo Alckmin lideró una delegación de ministros que participaron en Beijing de un foro empresarial y de la VII Sesión Plenaria de la COSBAN (Comisión Sino-Brasileña de Alto Nivel de Concertación y Cooperación, que institucionaliza la sociedad estratégica bilateral y con reuniones bianuales). Sin embargo, esta no fue solo una visita protocolar. La misión brasileña se propuso avanzar y profundizar la sociedad estratégica económica con China y afianzar una postura geopolítica clara frente los conflictos en Ucrania y Gaza.
A 50 años del establecimiento de las relaciones formales entre la RPCh y Brasil, la relación bilateral no podría estar mejor encauzada. En un escenario global turbulento y desafiante, el comercio sino-brasileño sorprendió positivamente y rompió un nuevo récord, destacándose la resiliencia del comercio bilateral, cuya balanza ha sido superavitaria para Brasil. Además, China expresó su disposición a fomentar el diálogo por una mayor amplitud comercial y la cooperación con el MERCOSUR —aunque Paraguay, como miembro pleno, reconoce a Taiwán. La normalización del diálogo diplomático fluido con China por parte del Gobierno Lula derivó en negociaciones para la expansión de las exportaciones de productos de alto valor agregado a China que se plasmaron en la participación de Brasil en eventos como la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE).
El viaje del presidente Alckmin a China consolidó el apoyo del país asiático a la presidencia brasileña del G20, a la presidencia rotativa brasileña del BRICS y a la realización de la 30ª Conferencia de las Partes de la Convención-Cuadro de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Brasil, a ser realizada en 2025. La cumbre de los BRICS se realizará en noviembre de 2024 y contará con el presidente chino Xi Jinping.
Finalmente, es importante destacar los dos sectores clave donde se reforzará la cooperación: 1) sector financiero: cooperación entre las bolsas de valores de ambos países con un rol fundamental de los bancos multilaterales; y 2) sector aeroespacial: incluye la construcción conjunta de un satélite meteorológico geoestacionario. China y Brasil acordaron promover activamente el proceso de estudio y fabricación del CBERS-6 e implementar el Plan de Cooperación Aeroespacial entre Brasil y China de 2023 a 2032.
En resumidas cuentas, en los comunicados conjuntos, China destacó: 1) el desarrollo equilibrado del comercio Brasil-China; 2) el nuevo futuro de la relación binacional en la nueva era; 3) profundizar la coordinación de las políticas financieras y la cooperación pragmática. Por otro lado, Brasil mencionó: 1) la neo-industrialización: industria, verde, innovadora e inclusiva; 2) la agricultura sostenible e innovadora; y 3) las inversiones en infraestructura.
Brasil y la geopolítica de la Nueva Ruta de la Seda: ¿ingresa o no?
La Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR, o BRI en inglés) fue lanzada por el presidente chino Xi Jinping en 2013 en Kazajistán e Indonesia respectivamente, como una plataforma de globalización inclusiva basada en el fortalecimiento de la interconectividad con masivas inversiones en infraestructura. América Latina y el Caribe, como región, fue invitada a participar en esta iniciativa en 2017 en la segunda Reunión Ministerial del Foro China-CELAC que se realizó en Santiago de Chile. Idealizada como un gran proyecto de interconectividad, la IFR reconfigura la geopolítica mundial al fortalecer el nuevo “casi centro” del sistema mundo, como expresó el teórico Cheng Enfu. Es decir, la IFR actúa como fuerza centrípeta de un nuevo punto focal de la geoeconomía global en el este de Asia en general y en China en particular. A pesar de que ningún documento oficial chino relaciona la IFR con la geopolítica, como expresó Lanxin Xiang, “puede que no te guste la geopolítica, pero tu sí le gustas a la geopolítica”.
Por lo tanto, en el contexto de esta “luna de miel” entre Brasil y China es importante destacar un aspecto de extrema relevancia geopolítica. Existen especulaciones, dentro del equipo gubernamental brasileño, con respecto a la posibilidad de que el gigante sudamericano pueda ingresar a la IFR. No sería irrealista pensar en esta posibilidad ya que 22 de los 30 países de América Latina y el Caribe firmaron Memorandos de Entendimiento de la IFR, entre ellos Argentina. La idea sería coronar este proceso aprovechando la visita del presidente chino Xi Jinping en la próxima cumbre del G20 a ser realizada en Brasil, dentro de cuatro meses.
A pesar de que el gobierno Lula no tomó ninguna decisión al respecto, existen sectores del gobierno brasileño y de algunos empresarios que son resistentes al ingreso de Brasil a la IFR. Tres factores parecen condicionar esta posición: 1) tendencias más conservadoras en la burocracia brasileña que resisten a mayores compromisos con China; 2) sectores más prooccidentales convencidos de que el hecho de firmar un memorando de entendimiento de la IFR sería visto como una provocación a los Estados Unidos; y 3) otros sectores, mostrando cierta arrogancia, que manifiestan autoconfianza y están convencidos que las relaciones económicas de Brasil con China no dependen de la firma de un memorando y que, por lo tanto, no habría ninguna necesidad de ingresar a la IFR.
No obstante, a medida que se expande la iniciativa china, ella va creando mecanismos de gobernanza específicos y densidad institucional propia que pueden ser necesarias, principalmente en lo que concierne a las inversiones: los arbitrajes, la mediación de conflictos, etc.
En este escenario, la diplomacia china se mostró una vez más muy flexible y pragmática a la hora de negociar temas importantes con sus socios estratégicos. En la visita que realizó el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, en enero de 2024, el foco de atención del gobierno brasileño estuvo en atraer inversiones chinas para fortalecer el relanzamiento del nuevo PAC por medio de concesiones, sociedades mixtas público privadas, suministro de materiales y capital para participar en las licitaciones. Fue en este viaje que Wang Yi sugirió que los gobiernos de Brasil y China deberían trabajar juntos para acercar los objetivos “de la iniciativa de la Franja y la Ruta y el PAC de Brasil”.
La puerta está abierta, es flexible y multidimensional. Debemos aguardar las importantes cumbres de 2024 —la del G20, en Brasil y con Xi Jinping presente, y la del BRICS 10— para ver los próximos movimientos.
El Brasil de Lula y la geopolítica sudamericana
Como destacó en su momento Rivarola Puntigliano, las prioridades geopolíticas de los países latinoamericanos deberían estar centradas en dos grandes objetivos: la integración regional y el desarrollo. Para estos propósitos, el liderazgo de Brasil es de crucial relevancia, por su tamaño, por su gran mercado y por su proyección post atlantista desde que ayudó a crear y fortalecer el BRICS. Si bien el gobierno Lula III desde 2023 se propuso enfocar en ambos objetivos, la integración fue siendo minada por fuerzas fragmentadoras extrarregionales e intrarregionales. Gobiernos de extrema derecha neoliberal como el de Javier Milei en Argentina, con una política externa claramente antilatinoamericanista, y el intervencionismo solapado de los Estados Unidos en las crisis de Ecuador y de Perú recientemente, han minado cualquier avance concreto del regionalismo latinoamericano.
Por otro lado, la apuesta por el desarrollo basado en una experiencia de neoindustrialización se transformó en la gran apuesta del gobierno Lula, donde China es la pieza crucial para consolidar ese objetivo, que es económico y geopolítico al mismo tiempo. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (IEDI), la industria brasileña en 2024 sigue escalando posiciones en la producción manufacturera global. En la base de datos de la UNIDO (United Nations Industrial Development Organization) Brasil alcanzó la posición 45, subiendo 15 posiciones desde el cuarto trimestre de 2023 (60º posición).
La apuesta del Brasil de Lula por el desarrollo tiene costos geopolíticos que deberá enfrentar con una política externa de equilibrista en un contexto global turbulento. Una equidistancia inteligente será cada vez más necesaria, aún más si Donald Trump llega a la presidencia de EE.UU. y sus apoyadores refuerzan las redes de las nuevas derechas en Brasil y en los vecinos. Noticias recientes publicadas en Bloomberg y Financial Times anuncian que un potencial gobierno Trump pisará el acelerador de la guerra comercial y tecnológica con China.
Recordemos que el Brasil de Lula apartó de los negocios al gran pop star empresarial Elon Musk (de la fabricación de autos eléctricos, del litio y de los contratos de Starlink) en favor de empresas chinas y nacionales. Musk, apoyador y financiador de Donald Trump, aliado a redes de extrema derecha, podría tomar revancha y Brasil, tornarse en el blanco geopolítico regional primordial del Tío Sam. La mejora de los indicadores económicos junto con la calidad de vida de la población, la promoción de un desarrollo sustentado, aprovechando la transferencia tecnológica de avanzada de China y la experiencia de una diplomacia profesional de Brasil, serán cruciales no solo para consolidar la legitimidad de un gobierno progresista, sino también para lidiar de manera inteligente entre los dos órdenes mundiales en disputa.
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Publicado en Other News, 26 julio 2024.