BRICs: ¿el fin de una ilusión?

BRICS2por Mariano Caucino – La ola de entusiasmo en torno al surgimiento de un nuevo orden mundial liderado por el bloque de países emergentes y la declinación del llamado primer mundo parece haber llegado a su fin. Las limitaciones materiales han puesto, una vez más, las cosas en su lugar. La anunciada sepultura del orden económico mundial surgido en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial en Bretton Woods deberá esperar un tiempo más.

Hace poco más de seis meses, la cumbre de los BRICS en Fortaleza mostró hasta qué punto una ola de entusiasmo exagerado imaginó que el mundo emergente reemplazaría en el liderazglo global a los países avanzados (G-7). Esa ilusión se apoyaba, básicamente, en una realidad: después de la crisis global originada en los EEUU en 2008 el lustro siguiente mostró que el grueso del crecimiento del PBI mundial se explicó por la expansión de las economías emergentes en un contexto de declinación de las economías centrales. En ese marco, el superboom de los commodities llevó al petróleo a cotizar a 115 dólares por barril en junio de 2014.

Pero las reglas de la geopolítica, una vez más, no tardaron en llegar. Al igual que hace treinta años, cuando la baja del precio del petróleo destruyó los ingresos de la Unión Soviética acelarando el proceso de reformas internas que terminaría desembocando en la caída del comunismo y la disolución del imperio soviético, el precio del petróleo comenzó a caer dramáticamente en los últimos seis meses. Ganadores y perdedores volvieron a cambiar de bando.

China acaba de anunciar un recorte en su previsión de crecimiento económico para este año: pronostica una expansión de siete puntos en su producto bruto interno, una cifra elevada pero lejana al promedio acumulado desde 1978 cuando Deng Xiaoping, tras la muerte de Mao, inició sus reformas de mercado en el gigante asiático y que llevaron a China a alcanzar en 2010 el estatus de segunda potencia económica global al superar a Japón y Alemania.

Rusia en tanto enfrenta una realidad económica plagada de dificultades. A las sanciones económicas de EEUU y Europa Occidental por su activo y polémico rol en el conflicto del este y sur de Ucrania, Rusia sufre los efectos nocivos de la caída del precio del petróleo, un commoditie decisivo para las arcas del Kremlin, provocando una drástica caída en la cotización del rublo y una importante huída de capitales.

Brasil por su parte presenta un panorama aún más complejo. A diferencia de China y Rusia, donde las dificultades económicas no parecen alterar el sólido y firme sistema político de ambos países, el gobierno de la presidente Dilma Rousseff es víctima de un resquebrajamiento en el trípode de su poder. La crisis política-económica-ética del país que se manifiesta en torno del escándalo desatado en Petrobrás invade prácticamente a la totalidad del sistema político brasileño. A su vez, la jefa de Estado enfrenta una creciente tendencia hacia el enfrentamiento con su antecesor, Luis Inacio Lula da Silva. Hace escasos días, al conocerse nuevos conflictos internos en el PT, la bolsa de San Pablo experimentó una brusca caída y disparó una importante devaluación del real. La combinación de dificultades económicas y políticas han deteriorado seriamente la capacidad externa de Brasilia de ejercer el liderazgo en una región dominada por la creciente brecha entre la pujante Alianza del Pacífico y la detenida evolución del Mercosur.

Mientras tanto, la economía norteamericana volvió a crecer. A fines del año pasado, se anunció un aumento en la tasa de creación de empleo no vista desde los años 90. El país está a punto de alcanzar el autoabastecimiento energético, una meta de largo plazo. A pesar de que dentro y fuera del país se cuestiona seriamente la capacidad de liderazgo en materia de política internacional del presidente Barack Obama los Estados Unidos parecen haber recobrado su rol de primera potencia económica mundial.

En 2009, tras la crisis global, solamente tres de las primeras diez compañías del mundo eran norteamericanas. En el podio de las megaempresas globales dominaban gigantes del capitalismo-de-estado como Petrochina, China Mobile o el ICBC. Cinco años más tarde, nueve de las primeras empresas más grandes del mundo volvieron a ser norteamericanas.

El entusiasmo de los BRICS en Fortaleza parece hoy, al menos, apresurado. El tiempo que nos toca vivir muestra un orden global dominado por una fuerte tendencia al multilateralismo en el que conviven nuevos actores con los tradicionales actores centrales del llamado primer mundo. La bipolaridad de la Guerra Fría (1945-89) y la unipolaridad americana (1989-1991 a 2008) son etapas superadas pero un mundo dominado por los BRICS aparece como una ilusión aún remota. Nuestro país se beneficiará a través de una política que combine convicciones, principios y una observación desapasionada del mundo como es y no como quisieramos que fuera.

 

Publicado originalmente en Diario Las Américas, marzo 2015.