por Eduardo Gudynas – El reciente Foro Económico Mundial en Davos, discutió mucho sobre la pobreza, pero avanzó poco. Parecería que allí se hubiese descubierto por primera vez ese flagelo, pero sin abordarlo seriamente.
Es que la situación actual es escandalosa. La pequeña elite del 1% más rico del mundo, tiene en sus manos una cifra difícil de entender: 110 millones de millones. Esto es unas 65 veces más que la riqueza de la mitad más pobre de la población de todo el planeta. Dicho de otra manera, esa 50% pobre a escala global, tiene tanto dinero como los 85 individuos más ricos.
Estos datos se encuentran en un revelador informe de Oxfam, que bucea en las vías por las cuales la elite de la riqueza ha capturado la política y la economía para mantener sus privilegio, lo que implica reproducir estas desigualdades.
La crisis económica y financiera, lejos de modificar las dinámicas económicas, las reforzaron. Los más golpeados fueron los sectores medios y pobres, mientras que los más ricos no sólo superaron la crisis, sino que aumentaron sus fortunas. En efecto, ese 1% más rico incrementó su participación en la renta entre 1980 y 2012 al menos en 24 países. Por ejemplo, en Estados Unidos, desde el 2009, ese 1% de los grandes ricos acaparó el 95% del crecimiento total.
Esa tendencia se repite en varias de las economías emergentes, donde el caso más notable ocurre en China, donde el 10% más rico llega a capturar el 30% del ingreso. En resumen, siete de cada 10 personas viven en países donde la desigualdad ha aumentado.
Esto no se debe a la casualidad, sino que resulta de estructuras y normas donde el poder económico recorta la democracia y captura la representación política. Así, los Estados fallan en regular los mercados. Por estas y otras vías se reproduce la desigualdad, favoreciendo a los que más tienen y excluyendo a las mayorías.
Este fenómeno se repite a nivel global. Por ello la desigualdad no es sólo una cuestión nacional, sino que también se debe a fuerzas globales, que van desde los tratados de libre comercio a los salvoconductos para el flujo de capitales. Es justamente esto lo que esquivan los empresarios en Davos, ya que si atacaran en serio las causas de la pobreza deberían revisar radicalmente la marcha de la globalización.
Publicado originalmente en La Primera (Lima, Perú), 6 febrero 2014.