Globalización e indignación

por Rodolfo Arango – El fantasma del capitalismo recorre el mundo; el mundo se espanta con el fantasma del capitalismo. Terror y temblor. Violencias múltiples: organizada y silente; desorganizada y bulliciosa. El sueño de Roosevelt disipado. No hay derecho contra el miedo; miedo a morir de hambre. La pesadilla comunista tampoco subsiste. Tuertos guían a ciegos. La especie entera se dirige a su destino.

La confianza en el progreso flaquea. La naturaleza pasa su cuenta de cobro a la cultura. La libertad se torna mueca. ¿Libertad de morir bajo los puentes? Una tonelada de carbón exportable: mil de desechos. Naturaleza desnaturalizada. Ríos pasajeros. Ríos fungibles. Ríos traicioneros. Torre de Babel económica. La tierra entera a nuestros pies: analizada, sometida, exprimida. Castillos ilusorios. Brillo de la mercancía. Explotación y dominación. Nuestro futuro: suprahumanos sepultan a infrahumanos, aunque la naturaleza nos sepulte a todos.

La solución oficial: agrocombustibles por narcocultivos. Ecoenergía por hedonismo. Productividad como justicia. Ganas son ganancia. Ganancias con ganas. Eros del oro; plata sin gloria. Campesinos capitalistas; accionistas principiantes. El negocio, ¿despensa universal?, ¿gasolinera del mundo? Inversionistas risueños. Capitales viajeros. Estados mendaces. Gobiernos rastreros. Cual langostas en verano. Tierra arrasada. Tierra de nadie. La solución alterna: autoabastecimiento alimentario y soberano. Comida antes que etanol. Mulas de carne y hueso, no de acero. Dignidad ensoñada. Paraíso perdido. Sostenimiento sin acumulación. Contracultura emancipada. Justicia colectiva. Anochecer sombrío. ¿Pequeño y hermoso? ¿Soberano sombrío? Dos alternativas sordas que se entrecruzan.

Ya se levantan las masas. Incontenibles. Amorfas. Latentes. Emotivas. Carentes de norte. Deseosas de cambio. Adversas al orden. Dispersas sin fin. Y el sueño democrático: la autodeterminación. Pueblo ficción. Pueblo eufemismo. Pueblo y acción. Se reordena el poder. Se reacomoda el sistema. Desaparece el sujeto. En esas el país a la deriva. Patria sin nombre. Patria maldita. Pasado presente. Condena infinita. Desaire profundo. Gran colombiano. Siniestro futuro. Dioses ociosos. Ignorancia supina. A lo lejos el lamento. En frente lo adverso. Globalización anodina. Indignación repentina. ¿Es el pueblo colombiano agente de su destino?

Ahí afuera, el externo, el ajeno, el gran hermano. Dictaminando. Escudriñando. Dominando. Aquí lo propio, el arcano, el ausente. Razón instrumental. Razón total. Razón rastrera. Sin justicia no hay nombre propio. Injusticia sin nombre. ¿Cuánta humanidad falta a comerciantes de sueños? ¿Cuánta insignificancia de mandatarios nunca hartos de sangre? Contra la estupidez, esfuerzo. Contra el desconsuelo, esperanza. Contra el pesimismo, confianza. En sociedades poscoloniales, difícil es la acción colectiva; elusiva la cooperación adaptativa. Necesario es superar la entropía. Cauterizar el desangre. Construir el nosotros. Con pluralismo transverso, mutualismo diverso y solidaridad extendida. Esperamos un amanecer victorioso, pese al trasegar escondido; una afectividad reflexiva, una fogosidad contenida, una responsabilidad constructiva. Por la emancipación, sin dominación y con memoria.

Publicado en El Espectador, Bogotá, 26 junio 2013.