por Eduardo Gudynas – Paul Wolfowitz, un politólogo sexagenario, especialista en cuestiones militares y subsecretario de defensa de los Estados Unidos, será el próximo presidente del Banco Mundial (BM). El nuevo presidente ha trabajado junto al Partido Republicano de Estados Unidos por años, ocupando importantes cargos en el área de defensa y relaciones internacionales desde la época de Ronald Reagan, convirtiéndose en uno de los más conocidos “neoconservadores” que alimentaban ideológicamente las nuevas políticas de Washington, desempeñando un papel crucial en la guerra y ocupación de Irak.
La postulación de Wolfowitz para la presidencia del BM, el proceso fulminante de evaluación de su candidatura, y las implicancias de su confirmación, han generado un enorme debate. La designación de una persona que proviene del ámbito militar sólo tiene un antecedente con Robert McNamara, secretario de defensa durante la guerra de Vietnam, y que el presidente Lindon Jhonson mandó al Banco Mundial en 1968 en buena medida para deshacerse de su presencia en el gabinete. En el caso de Wolfowitz, su perfil está ensombrecido por su papel clave en el desarrollo de las nuevas doctrinas de seguridad de Washington, su abanderamiento con la idea de las guerras preventivas, la promoción del fundamentalismo de mercado y el manejo de la crisis de Irak.
Las posibilidades de intervenir en el proceso de designación del presidente del BM son limitadas. La tradición indica que los europeos eligen al director del Fondo Monetario Internacional, mientras que Estados Unidos escoge al presidente del Banco. No existe ninguna evaluación técnica sobre las capacidades del candidato en relación a la misión del BM, que es promover el desarrollo y atacar la pobreza. Tampoco existe un proceso democrático en la elección, sino que el poder de voto es proporcional a la tajada de fondos que se manejan en el BM, donde los Estados Unidos tienen una clara ventaja. La propuesta de Wolfowitz por cierto despertó preocupación en las capitales europeas, pero en unas pocas semanas cualquier intento de veto fue desactivado. Entretanto varios países Latinoamericanos adelantaron el apoyo al candidato. De esta manera, Wolfowitz fue elegido por unanimidad de la junta de directores el pasado 31 de marzo, y asumirá el 1 de junio.
Las reacciones desde la sociedad civil han sido muy duras. Pocos días atrás, una 1500 organizaciones ciudadanas de todo el mundo se oponían a esa designación, invocando varios puntos: cuestionaron el papel de Wolfowitz como embajador de Estados Unidos en Indonesia durante la dictadura de Suharto y alertaron que su presidencia podría hacer que la asistencia del Banco Mundial dependiera de adherir a la política exterior de los EE.UU.
Lo más cerca que Wolfowitz ha estado del tipo de cuestiones que aborda el BM, ha sido su papel en los programas de “reconstrucción” de Irak, los que han estado en el centro de muchas denuncias y escándalos. Entre ellos recordemos su postura de condicionar la participación en esos programas a empresas de países que apoyaron la guerra, y excluir a cualquier otra para así asegurar “una cooperación continua con la coalición” según sus propias palabras; la estrecha vinculación con las empresas petroleras; y el desaguisado en la ejecución concreta de los programas. La revisión y auditoría sobre ese programa demostró que no existían controles adecuados sobre casi 9 mil millones de dólares que permitieran asegurar que fueron usados de manera transparente, y por lo tanto no se puede demostrar que ese dinero se aplicó siguiendo los mandatos de las Naciones Unidas [1].
Además de todos estos problemas con el próximo presidente, el Banco Mundial también adolece de serias contradicciones. Si bien su meta es el desarrollo y la lucha contra la pobreza, buena parte de los programas que financian operan en sentido contrario. Los compromisos que el Banco impone con sus “estrategias de asistencia” a los países (CAS – Country Assistance Strategy), terminan convertidos en programas que condicionan las políticas nacionales. Las CAS generalmente se hacen en coordinación con las cartas de intención y compromisos con el FMI, y de esta manera se ejerce una terrible presión sobre los gobiernos. En las CAS aparecen condiciones sobre temas tan diversos como la política nacional en energía, los sistemas de jubilaciones y pensiones o la privatización de bienes y servicios estatales. Su poder está en que sus términos condicionan los préstamos del banco, y en especial aquellos fondos otorgados para cubrir amplios sectores (Structural Adjustment Loan – SAL). En 2005, en América Latina se deben generar nuevas estrategias nacionales para la República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Jamaica y Venezuela; entretanto se deberán actualizar las de Colombia y Perú.
A lo largo de las últimas décadas, el BM ha promovido toda clase de privatizaciones en América Latina, ha estado detrás de los programas de liberalización comercial, apostó a la flexibilización laboral, el traspaso a privados de servicios básicos como la salud o la educación, y alimentó con sus fondos enormes emprendimientos en infraestructura con serios impactos sociales y ambientales. No le ha faltado ideología, y desde las oficinas de sus economistas se han producido toda clase de documentos que proclaman las bondades de los mercados expandidos y los gobiernos empequeñecidos.
También es una instituciones rígida, prácticamente incapaz de reformarse a sí misma. Baste como ejemplo el reciente caso de la evaluación externa que el propio BM encargó sobre el sector energía [2]. Esa revisión se debe a que el Banco financia los más diversos proyectos de hidroeléctricas, extracción de petróleo o carbón, y redes de oleoductos y gasoductos, con enormes impactos sociales y ambientales, y cuyos efectos en reducir la pobreza eran inciertos. Esa revisión, coordinada por alguien muy querida por las empresas petroleras internacionales, el ex ministro de energía de Indonesia bajo la dictadura de Suharto, sorpresivamente concluyó que el apoyo de proyectos en hidrocarburos no ha mejorado la situación de los pobres, pero en cambio ha dañado el ambiente y su financiamiento debería ser detenido en el año 2008. ¿Cuál fue la reacción del Banco Mundial al recibir el estudio que encargó? Lo ignoró.
La designación de Wolfowitz seguramente acentuará varios de esos aspectos. Por un lado existe un temor legítimo que esto signifique aumentar condicionalidades de alineamiento con Estados Unidos para poder tramitar proyectos de asistencia ante el Banco. Vale la pena citar al economista Pual Krugman sobre este punto: “Moisés Naim, editor de la revista Foreign Policy, dice que la nominación de Wolfowitz convierte al Banco Mundial en el Banco Americano. Digamos, en el Banco Americano Horrible …” [3]. Sin duda estamos ante un nuevo golpe al multilateralismo, con un nuevo paso en el terreno de las instituciones financieras internacionales, bajo una perspectiva unilateral y fuertemente basada en cuestiones de seguridad.
Por otro lado, la agenda del desarrollo recibe un nuevo golpe. Nada indica que el papel de Wolfowitz sea abrir y mejorar la performance del banco en los temas del desarrollo, mejorar la transparencia, promover la sustentabilidad y la participación, y mejorar la eficiencia. Posiblemente la temática del desarrollo se reducirá todavía más, y se insistirá en transferir esas cuestiones a simples reformas de mercado. En ese terreno, Krugman agrega acertadamente que para varios países de América Latina las recetas de fundamentalismo mercantil de Wolfowitz han fracasado.
Más allá de esa advertencia, debemos reconocer que todos nuestros gobiernos tienen una fuerte dependencia de esos préstamos, y posiblemente ese fue uno de los factores que explican el apoyo unánime recibido por este candidato. Queda planteado entonces un escenario que para América Latina no sólo no es auspicioso, sino que seguramente contará con menos opciones disponibles para intentar estrategias autónomas. Se mantendrán las exigencias de siempre del FMI, a las que se sumarán posiblemente condiciones todavía más duras desde el Banco. Por este tipo de factores, podrá haber un nuevo presidente en el Banco Mundial, pero la agenda que defiende ya es muy vieja.
Referencias
1. Why Wolfowitz, J. Vallette. TomPaine.com, 17 marzo 2005.
2. The World Bank will spread misery and deprivation whoever is in charge, J. Hari, The Independent, 18 marzo 2005.
3. Los latinoamericanos no creerán en las recetas de Wolfowitz, P. Krugman, Clarín, Economía, 20 marzo 2005.
E. Gudynas es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina).