Entrevista a David Held por Leandro Darío -El politólogo británico David Held, uno de los mayores teóricos de la globalización, pasó la semana pasada por Buenos Aires, donde participó de una charla en la Feria del Libro. Allí, el profesor de la Universidad de Durham y ex académico de la London School of Economics charló con el ex diputado Fernando Iglesias sobre los retos de la democracia contemporánea y los conflictos en la escena internacional. En un diálogo exclusivo con PERFIL, Held opinó que, a pesar de las últimas escaramuzas entre el presidente ruso Vladimir Putin y Occidente, no habrá una guerra en Ucrania. En el plano local, el académico aseveró que Argentina tiene que dejar de cuestionar las políticas implementadas en la década de 1990 y mirar hacia adelante.
Held estudió Ciencia Política y Sociología en Inglaterra, en los Estados Unidos, en Francia y en Alemania. Cercano a Anthony Giddens, el ideólogo de la Tercera Vía de Tony Blair, el politólogo codirigió el prestigioso Centro de Investigación sobre la Gobernancia Global de la London School of Economics, al que renunció en 2011 envuelto en un escándalo (ver recuadro).
Experto en globalización, Held destaca la magnitud y la urgencia de los retos impuestos por ella a la humanidad. En su análisis, centra su perspectiva en los actores y las instituciones que se construyen con la globalización, al tiempo que cuestiona tanto a los teóricos neoliberales que la celebran como a los académicos de izquierda que la demonizan.
—Los retos impuestos por la globalización constituyen una de sus preocupaciones académicas principales. ¿Cómo impactó ese fenómeno en el estallido de la Primavera Arabe?
—Para entender la Primavera Arabe hay que ir atrás en el tiempo. El orden social que demostró ser exitoso después de las dos catastróficas guerras mundiales y de la Gran Depresión fue insuficiente para crear una estabilidad económica global en la posguerra. En esa etapa se produjo el ascenso de Estados Unidos como superpotencia y la reconstrucción de Europa. Tras la caída de la Unión Soviética, se dio un paso de un orden bipolar a uno multipolar. El sistema internacional permitió el ascenso de nuevos jugadores, que se incorporaron a la escena. Dos cosas pasaron al mismo tiempo. Hubo un desaceleramiento de los países ricos de Occidente y el ascenso de poderes regionales.
—¿Cómo influyó ese mundo multipolar en el conflicto en Medio Oriente?
—Las políticas de Medio Oriente ya no se ciñen sólo a Estados Unidos y sus aliados y opositores, sino que tienen un trasfondo regional más complejo. Hubo un ascenso de poderes regionales, como las monarquías del Golfo. En Egipto, los cataríes financiaron a la Hermandad Musulmana y los sauditas al ejército egipcio. En Siria hay varios países apoyando a distintos grupos y el resultado es bastante caótico. La globalización produjo, por un lado, éxito económico y, por el otro, una economía mundial más interdependiente. En ese orden multipolar, la política árabe adquirió mucha independencia. Sin embargo, Occidente malinterpretó la Primavera Arabe, pues la entendió como un intento de una nueva y joven generación de hacer que los déspotas rindan cuentas ante la ciudadanía. Los medios de comunicación occidentales vieron la Primavera Arabe como una imagen de ellos mismos. Y se equivocaron por muchas razones. La Primavera Arabe es mucho más compleja que otras revueltas porque está protagonizada por una oposición que sufrió daños infligidos por Occidente. Estados Unidos y Europa apoyaron a dictadores en Medio Oriente y el Norte de Africa en el período poscolonial. Además, lanzaron la guerra contra el terror tras el 11S. Esas políticas desilusionaron a muchos jóvenes árabes, que cuestionan la idea de democracia y no ven a Occidente como una fuerza positiva.
Ahora hay un Medio Oriente muy inestable. Esto debe ser entendido por el impacto social de la globalización, la pluralización del poder económico, el declinamiento de Estados Unidos y el crecimiento de poderes regionales. Por un lado, la Primavera Arabe buscó liberar a los jóvenes, pero por el otro menoscabó sus alternativas de reformar el poder. Para ver esto no hay que ir a Siria, sólo basta observar lo que pasa en Egipto.
—En este mundo multipolar y globalizado, ¿qué chances hay de que estalle una guerra en Ucrania?
—No creo que haya una guerra. Retóricamente habrá fuegos de artificio y enfrentamientos verbales, pero ningún poder occidental quiere una confrontación con Rusia. Putin jugó sus cartas bastante inteligentemente. Su golpe en Crimea no fue revertido por nadie. Jugó más prudentemente en el este del país. Esto sucedió porque en el mundo en que vivimos hay una gigantesca interdependencia compleja entre los países. Los vínculos de Europa con la economía rusa son muy profundos. Alemania exporta un montón de productos a Rusia e importa una cantidad enorme de gas ruso. Esto conforma un muy delicado balance de poder económico. Es más probable que los actores en este conflicto desistan y se echen atrás a que haya un conflicto directo.
Argentina. Held también es un ferviente crítico del Consenso de Washington y del neoliberalismo económico. “Ningún país se desarrolló siguiendo el modelo de apertura y de liberalización económica predicado por las instituciones internacionales; a los Estados que aplicaron las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial no les fue mejor que a los otros”, sostiene el politólogo de 54 años. Sin embargo, Held también cree que no todos los males económicos de la Argentina son heredados de la década de 1990.
—El gobierno de Cristina Fernández es crítico del Consenso de Washington y su implementación en la Argentina. ¿Puede la dirigencia de un país culpar eternamente a esas políticas por los déficits que hay en la actualidad?
—La historia del Consenso de Washington es muy interesante. De acuerdo con los estandáres económicos liberales hay dos cosas que son importantes para alcanzar la prosperidad: la liberalización de los mercados y la integración al mercado internacional. Los liberales dicen que esas medidas traen prosperidad. Yo pienso que es un completo error. En todos los lugares donde se impuso el Consenso de Washington, tanto en América Latina como en las ex repúblicas soviéticas, hubo inestabilidad económica y corridas cambiarias. Es muy interesante el hecho de que esos consejos no fueron seguidos por los países que son más exitosos hoy en día. Lo que hicieron China, India, Vietnam y otros fue integrarse muy lentamente en el mercado internacional sólo cuando algunos sectores de su economía eran relativamente robustos. Además, no dejaron flotar su moneda, la controlaron para tener competitividad.
La Argentina siguió esa promesa liberal. Sin embargo, eso es parte del pasado. Ahora no puede haber más excusas. Tras 25 años, no se puede volver atrás y culpar a los poderes imperiales por el fracaso económico actual. Es hora de mirar hacia adelante. Y la forma de hacerlo es como lo hizo, por ejemplo, Vietnam, que dejó atrás la guerra y tuvo un exitoso crecimiento económico. Al final, a pesar de las negativas herencias económicas que dejó el Consenso de Washington, la Argentina tiene que asumir responsabilidades. No culpar más al exterior sino preguntarse a sí misma sobre la estructura de su economía y qué le conviene hacer. Tiene que reevaluar los enormes subsidios a la producción industrial y los altos gravámenes a la soja y a las exportaciones agrícolas y remodelar su deficiente infraestructura. La Argentina tiene que repensar la estructura de su economía y, además, invertir en educación, ciencia y tecnología.
Escándalo por el dinero de un dictador
Cuando, en 2011, el ex dictador libio Muamar Kadafi lanzó una feroz represión para sofocar la Primavera Arabe en su país, en Londres estalló una polémica en los medios de comunicación que alcanzó a David Held. Por ese entonces, la prensa denunció que Saif al Islam Kadafi, hijo del polémico coronel, no sólo había cursado un doctorado en la London School of Economics (LSE), donde el británico había sido su tutor, sino que también la Fundación de Caridad Kadafi había donado 1,5 millón de libras al establecimiento educativo. Con ese dinero se creó el Programa de Investigación del Norte de Africa, dirigido por el propio Held.
Consultado por PERFIL sobre ese episodio, que culminó con su renuncia a la London School of Economics, Held explicó cuáles fueron sus vínculos con uno de los más sanguinarios hijos del dictador. “Conocí a Saif cuando fue alumno de la universidad. Su Fundación quería crear raíces para una democratización en el Norte de Africa. La LSE aceptó la donación de esa Fundación”, aseguró el académico. “Pero en 2011 la situación cambió radicalmente. Nicolas Sarkozy y David Cameron lideraron una guerra contra Libia, aunque Kadafi había sido un aliado en la guerra contra el terror. La LSE fue muy atacada por la prensa británica, que, sin embargo, no cuestionó a los bancos británicos que lavaron el dinero de Kadafi o a las compañías petroleras que hacían negocios con el crudo libio. Embistieron contra la universidad y contra mí porque éramos los eslabones más débiles. Ante el escándalo, tomé una decisión muy difícil, que fue renunciar a mi cargo en la universidad”, recordó Held.
Publicado originalmente en Perfil (Buenos Aires, Argentina), el 4 abril 2014.