La globalización está fracturando a la humanidad

La globalización está fracturando a la humanidad

Eduardo Martínez de la Fe

La globalización no está conduciendo a una civilización universal con valores compartidos, sino que está creando una brecha creciente entre los países occidentales de altos ingresos y el resto del mundo, en cuanto a valores como la tolerancia, la diversidad y la libertad.

 

Durante los últimos 40 años, los valores en muchos países del mundo han divergido en lugar de converger, especialmente en lo que respecta a libertad individual y la tolerancia hacia los demás, según un estudio que publica Nature Communications firmado por Joshua Conrad Jackson y Danila Medvedev, ambos de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.

La conclusión principal que se extrae de este estudio, que analizó la variación en 40 valores culturales diferentes (lo colectivo versus lo individual, la apertura versus la obediencia y la fe versus el escepticismo), es que los valores individualistas occidentales no están prevaleciendo en todo el mundo al ritmo de la creciente modernización y prosperidad económica.

Las teorías tradicionales de la modernización sugerían que la globalización propiciaría una “civilización universal” con valores liberales e individualizadores que enfatizarían la primacía de los derechos y libertades personales. Nada más lejos de la realidad: no ha conseguido la asimilación occidental ni tampoco la fusión multicultural.

Brecha creciente

Lo que dice al respecto el estudio es que la globalización, con la liberalización y democratización de su cultura política, su extendido ordenamiento jurídico y económico, y sus relaciones nacionales e internacionales, ha ciertamente acercado culturas, pero que no ha tenido el impacto pretendido en los valores culturales propios de cada región del planeta.

Todo lo contrario: esta divergencia de valores señala una brecha creciente entre los países occidentales de altos ingresos y el resto del mundo en cuanto a valores emancipadores consagrados después de la Guerra Fría (1985-1991).

El estudio también estableció que la divergencia de valores a nivel mundial ha ido acompañada de una convergencia cultural entre países de la misma región, lo que indica que la proximidad geográfica se configura como un correlato cada vez más fuerte de la similitud de valores.

Eso significa que los valores han divergido globalmente, pero que al mismo tiempo han convergido regionalmente, escriben los autores en su artículo.

Valores y prosperidad

Otra conclusión a la que llega este estudio es que las personas que viven en países con un producto interno bruto (PIB) similar generalmente comparten también los mismos valores. Ha constatado asimismo que el supuesto teórico de que los valores emancipadores se establecen con la creciente prosperidad es mucho menos pronunciado en los países asiáticos y africanos que en Occidente.

Por ejemplo, la riqueza individual creció de manera similar en Hong Kong y Canadá entre 2000 y 2020, pero la aceptación de la homosexualidad creció comparativamente más rápido en Canadá.

Otro ejemplo: si bien hace décadas la gente en Australia y Pakistán, entre otros, consideraban que el divorcio era inaceptable, sus puntos de vista han evolucionado en direcciones opuestas, a pesar de la creciente prosperidad en ambos países.

Lo mismo podría decirse de la importancia que se le da a la obediencia de los niños: en 1981, el 39 por ciento de los australianos y el 32 por ciento de los paquistaníes (dos países económicamente distantes) dijeron que la obediencia era muy importante en este contexto. Sin embargo, en 2022, sólo el 18 por ciento de los australianos estuvo de acuerdo, pero el 49 por ciento de los paquistaníes suscribió esta opinión.

Las opiniones también divergieron más ampliamente entre las zonas culturales del mundo sobre cuestiones como la migración, la religión, el cambio tecnológico y el aborto.

Consecuencias políticas

Los autores del estudio sospechan que la creciente divergencia cultural podría tener consecuencias en la polarización y los conflictos políticos, ya que los valores sociales dan forma a los conflictos internacionales, el clima económico y el derecho.

Por ejemplo, las encuestas realizadas en Asia, África y Medio Oriente mostraron actitudes cada vez más negativas hacia los países occidentales.

Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto esta actitud está relacionada con los valores culturales de esas sociedades.

Para llegar a estas conclusiones, Joshua Conrad Jackson y Danila Medvedev reevaluaron las respuestas de la Encuesta de Valores Mundiales realizada para 76 países. Entre 1981 y 2022, estas encuestas se realizaron un total de siete veces, y participaron más de 400.000 personas en todos los continentes del mundo.

¿Humanidad divergente?

Este estudio es relevante porque la forma en que están cambiando las normas culturales en un mundo cada vez más globalizado ha sido durante mucho tiempo tema de debate en las ciencias sociales.

Hasta ahora, algunos investigadores han predicho que las culturas nacionales se volverían cada vez más uniformes a medida que adopten los valores sociales de las democracias occidentales.

Otros autores, sin embargo, han sospechado que las diferencias de valores culturales pueden persistir o incluso aumentar con el tiempo. El estudio actual parece dar la razón a esto último, aunque también hay críticas a sus conclusiones.

¿Valores u opiniones?

Investigadores que no participaron en el estudio critican, por ejemplo, que los datos de la encuesta reflejan actitudes, opiniones y comportamientos de las personas encuestadas, pero no sus valores.

Añaden que este estudio no ha tenido en cuenta que -con algunas excepciones en cuestiones individuales- todos los países del mundo están evolucionando hacia valores similares, en contra de lo que señala este estudio.

La divergencia que aporta el nuevo estudio se explicaría porque las culturas del mundo se mueven a diferentes velocidades y, por tanto, se encuentran en diferentes puntos de su evolución, según estos críticos.

¿Resultados engañosos?

En consecuencia, consideran que la afirmación de que las culturas del mundo se están moviendo fundamentalmente en direcciones opuestas es engañoso, según estos críticos, reseñados por Spiegel.

Y concluyen: no se puede asumir automáticamente que los valores miden lo mismo en todas las culturas, ya que desconocemos hasta qué punto son similares las condiciones de medición cultural en países tan diferentes como Ruanda, Egipto, Finlandia, Canadá o Alemania.

Todas estas cuestiones relativizan los resultados mostrados por el estudio de la Universidad de Chicago, según los críticos.

Convidados de piedra

Alicia Montesdeoca, socióloga especializada en la transición humana, que tampoco participó en este estudio, explica a T21 que el estudio de la Universidad de Chicago tiene un defecto original: analiza la cultura humana desde la perspectiva occidental (que tampoco es homogénea) y no desentraña los entresijos históricos de las culturas divergentes.

Esas culturas divergentes no son comparables con la de una parte del mundo que ha alcanzado altos niveles de desarrollo, y perduran en un contexto de globalización a pesar de ser los convidados de piedra de la riqueza alcanzada por occidente (que por lo demás tampoco es igualitaria).

Eso significa que la globalización como factor integrador está fracasando no por el ideal que representa, sino por el hecho de que se ha convertido en el factor clave de la polarización global derivada del control que ejercen sobre sus mecanismos los intereses multinacionales de siempre. Lo que implícitamente demuestra ese estudio es que así no se construye la civilización universal pretendida, concluye Montesdeoca.

 

Publicado en Levante (España), 15 abril 2024.