por Gonzalo Gutiérrez Nicola – A lo largo de la historia, las tecnologías han impactado en el mundo del trabajo, creando y destruyendo puestos, modificando los procesos de producción, transformando las relaciones sociales y con ellas nuestras propias vidas. Estamos ahora frente a una nueva transformación, una “cuarta revolución” industrial que involucra la integración de robots, autómatas, inteligencia artificial, nanotecnologías, biotecnologías, entre otras, en los procesos de producción. Muchas tareas que antes realizaban los humanos, ahora están en manos de estas tecnologías.
En los últimos meses diversas notas de prensa y artículos de opinión se han referido a los futuros impactos de estas nuevas tecnologías en el mundo del trabajo. En gran medida ello cobró impulso con el último Foro Económico Mundial de Davos –realizado a fines de enero– donde se presentó el informe “The Future of Jobs” [1]. Allí se señala que a inicios de la Cuarta Revolución Industrial, la integración de tecnologías como la robótica y la inteligencia artificial tendrá un efecto severo en el empleo: en los próximos cinco años cerca de 7 millones de personas perderán su trabajo en sólo 15 países. Las nuevas tecnologías crearán, a su vez, otros puestos de trabajo, pero se prevé que serán sólo 2 millones en ese mismo período. Por lo tanto, millones de puestos de trabajo serán ocupados por robots.
Este es un cambio tan radical como los que ocurrieron en la Primera Revolución Industrial, en manos de la máquina a vapor; en la Segunda, apoyada en la electricidad y las cadenas de producción en serie; y en la Tercera, la más reciente, empujada por la microelectrónica y las tecnologías de la información. Estamos ahora en una Cuarta Revolución, que recién ha comenzado [2].
Uno de sus mayores impactos ocurrirá en la demanda de empleo. Siguiendo una perspectiva similar a la del informe de Davos, pero planteando un escenario más crítico, algunos analistas como el economista jefe del Banco de Inglaterra, Andrew G. Haldane, pronostican que “en los próximos dos decenios las innovaciones eliminarán la mitad de los empleos hoy existentes tanto en Reino Unido como en Estados Unidos”.[3]
A su vez, según el informe presentado en Davos, el 65% de los niños y niñas que hoy ingresan a la escuela, cuando se inicien en el mercado laboral lo harán en un tipo de trabajo que hoy en día no existe. Si esto efectivamente es así, la pregunta que alguna vez a todos nos hicieron –“¿qué vas a ser cuando seas grande?”– no puede tener una respuesta ya que muchas de las opciones actuales en oficios y empleos no existirán en un futuro cercano sino que serán tareas realizadas por máquinas, en tanto los humanos deberán realizar otras que a la fecha desconocemos.
Al margen del mayor o menor énfasis en las previsiones, lo cierto es que la presencia de la robótica y la automatización en el mundo del trabajo son cada vez mayores y la discusión en torno a su incidencia y sus impactos sociales estará cada vez más presente en los medios. Esa discusión no es nueva, pero se reformula incorporando nuevos elementos en la medida en que la ciencia y la tecnología van desarrollando dispositivos capaces de realizar más y mejores tareas.
Por ejemplo, durante gran parte del siglo XX una pregunta clave era identificar qué tareas podrían llegar a realizar las máquinas algún día; en el siglo XXI la pregunta bien podría ser cuáles no podrán hacer. Con lo que adquiere mayor sentido preguntarse qué lugar quedará para los humanos en el mundo del trabajo.
A su vez, esa robotización de la producción acompaña a nuevos emprendimientos, que se ubican en muy distintos lugares del mundo. Por ello, la sombra de la robotización también afectará a América Latina. Es que las viejas fábricas se reciclan hacia estructuras automatizadas, y las nuevas inversiones ya parten desde esa base. Todo esto hace que la discusión de los efectos de la robotización sobre el mercado de trabajo también deba ser contemplada en nuestro continente.
Tecno-optimistas y escépticos
Ante el avance de la robotización, las respuestas varían desde quienes avizoran un mundo donde las máquinas harán todo el trabajo, bajarán los costos de producción y con ello los precios de las mercancías, y los humanos –despojados de la tiranía del trabajo– tendremos la posibilidad de realizarnos en nuestros intereses; hasta quienes prevén un escenario creciente de excluidos por las nuevas tecnologías, donde se agudizarán las brechas sociales y se profundizarán las desigualdades y los conflictos existentes.
Entre “tecno-optimistas” por un lado y “escépticos” por otro, hay una miríada de posiciones intermedias que enfatizan unos u otros aspectos. Y en esa discusión, un elemento para nada menor lo constituye un hecho contundente: la incorporación de estas nuevas tecnologías no ha logrado mejorar la productividad. Autores como Robert Gordon, de la Northwestern University, consignan esta paradoja donde los avances tecnológicos son espectaculares pero la productividad se mantiene estancada [4].
Hace más de 25 años Robert Solow, premio Nóbel de Economía, establecía que “se puede ver la era de la informática en todas partes salvo en las estadísticas de la productividad”. Hoy, en medio de mayores innovaciones tecnológicas, las cosas permanecen incambiadas en ese aspecto sustancial. En esa línea, Lawrence Mishel del Economic Policy Institute (EPI), señala que “los robots están por todos los lados en los media, pero su rastro no aparece en los datos”, con lo que deja establecidas sus dudas respecto al hecho de que la incorporación de estas nuevas tecnologías en los procesos productivos puedan revertir el “estancamiento secular” que plantean autores como Lawrence Summer y el citado Gordon.[5] Es decir que, para estos autores, la introducción de robots, autómatas y otros a los procesos de trabajo no incrementarán la productividad, aunque sí dejarán millones de desempleados por todos lados.
Lo que hay que decir al respecto es que cualquiera de los posibles escenarios que se termine plasmando dependerá en gran medida de decisiones que se tomen en el presente. El cambio tecnológico no es algo que provenga del mundo exterior, sino que es el resultado de diversos factores donde confluyen desarrollos científicos, innovaciones técnicas, iniciativas políticas e intereses corporativos. Dicho de otra manera, son también hechos políticos. Las visiones “tecno-optimistas” suelen minimizar estos dos últimos aspectos, presentando la incorporación de determinadas tecnologías como un hecho inevitable que es producto de una tendencia del desarrollo científico, pero lo cierto es que los intereses de las corporaciones y el lucro son quienes deciden en última instancia. Por otra parte, las condicionantes estructurales suelen ser minimizadas en tanto los impactos sociales, en caso de que se consignen, se presentan como un elemento inevitable y en todo caso un mal necesario.
Previendo esto, hay quienes buscan paliativos a un escenario de desempleo masivo, y promueven la adopción de programas de ingresos mínimos universales para quienes pierdan su trabajo con los robots [6]. Otros ven un futuro en la economía colaborativa, en tanto el modelo del infocapitalismo (el capitalismo de la información) está agotado y es necesario avanzar a escenarios postcapitalistas. Los avances en la automatización de la producción y también del diseño, llevarán a una economía de coste marginal cero.[7]
En una reciente entrevista, Oussama Khatib, presidente de la Fundación Internacional de Investigaciones en Robótica, si bien intenta disipar el “miedo de que los robots se queden con nuestro trabajo”, señala el problema que implica aplicar la tecnología sin una transición suficiente para tratar su impacto. “Tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de introducir nuevas tecnologías y asumir nuestra responsabilidad social con las personas que están haciendo este trabajo”.[8]
¿Y en América Latina?
Toda esta discusión en gran medida tiene lugar en el mundo desarrollado. En América Latina los titulares de los debates transcurren por otros temas y urgencias como la inestabilidad política, que a priori hacen pensar que “hablar de robots” es más un tema de ficción que de realidad. Pero en un continente donde el desempleo estructural y el trabajo informal alcanzan cifras muy elevadas, el impacto de las nuevas tecnologías no puede estar al margen de la agenda.
Según CEPAL, en el segundo semestre de 2015 el desempleo urbano llegaría a 6,6% para la región de América Latina y el Caribe, en tanto una porción significativa del empleo surgió en actividades de baja productividad, principalmente el trabajo por cuenta propia. Incluso varios países tendrían una tasa de desempleo superior al promedio: Brasil (6,9%), Colombia (9,6%), Costa Rica (9,6%), México (9,6%), Uruguay (7,9%), entre otros [9].
La desaceleración/estancamiento de la economía está deteriorando paulatinamente los indicadores de empleo en el continente. En ese contexto, la robotización va a agudizar el problema y las perspectivas pueden ser catastróficas en la región. Es necesario promover la discusión de estos temas, en particular cuando, históricamente, las nuevas tecnologías han sido incorporadas de manera acrítica, sin ninguna discusión ciudadana y tomando por buenos los argumentos de quienes promueven sus bondades, que no son sino las propias empresas fabricantes o sus distribuidores locales. Todo esto bajo un contexto de subordinación a la globalización, donde la llegada de las inversiones siempre es bien recibida, sin analizar las implicancias de los paquetes tecnológicos y esquemas de relación laboral que ellos aplican.
Según Asimov, la primera de las tres leyes de la robótica establece que “Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño”[10]. Los diseñadores del futuro deberán reformular esta ley y asegurarse de que el hecho de que un humano pierda su empleo con un robot no se interprete como un daño.
Notas:
1. “The Future of Jobs. Employment, skills and workforce strategy for the Fourth Industrial Revolution”, disponible aquí …
2. Las revoluciones industriales constituyeron procesos donde la articulación entre cambios tecnológicos, sociales y económicos configuraron un nuevo paradigma en los procesos de producción.
3. Citado por Jordi Palafox en “El empleo y las revoluciones industriales”, publicado en La Vanguardia, España, 28 febrero 2016.
4. Citado por Barry Eichengreen en “Productividad: ¿dónde están los robots?”, publicado en el suplemento iEco del diario Clarín, Buenos Aires. Disponible aquí …
5. Citado por Michel Husson en “Estancamiento secular: ¿un capitalismo empantanado?”, publicado en Viento Sur, 21 junio 2015. Disponible aquí …
6. “Sociedad tecnológica”, artículo de Eduardo Porter publicado en El Mundo Domingo, España, 28 febrero 2016
7. Paul Mason, editor económico del canal británico Channel 4, citado en La Vanguardia, 7 marzo 2016. Disponible aquí …
8. “Los robots colaboran con los humanos, no los sustituyen”, entrevista publicada en El País, España, 24 enero 2016.
9. “Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe”, informe de CEPAL 2015. Disponible aquí …
10. Isaac Asimov en “Yo, robot”, escrito en 1950.
G. Gutiérrez Nicola es analista de información del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Seguimiento: @GutGonza. Publicado en abril de 2016.
Una versión resumida de este artículo se publicó en ALAI, aquí …