por Mariela Buonomo – Son muchos los que celebran que casi toda América Latina está creciendo económicamente a un ritmo muy elevado. Especialistas de los bancos multilaterales, académicos, empresarios y políticos de las más diversas tendencias, festejan esa expansión que, según el FMI, habría promediado un 5,7 % en 2010, y llegará al menos a un 4 % en 2011 [1].
A tono con ese optimismo, el actual presidente del BID, Luis Alberto Moreno, en una entrevista denominó como la “década de América Latina” al período iniciado en 2002, y ofreció una serie de fundamentos para explicar esta bonanza [2]. Es posible imaginar que Moreno, como un buen gentleman, manejara esas ideas a la hora de tomar el té, revistiéndolas de algunos aromas y sabores que son atractivos, pero que de todas maneras merecen ser revisados críticamente. Examinemos tres de ellas como ejemplo.
Reformas eran las de antes
En primer lugar, el presidente del BID sostiene que las reformas realizadas por los países en los últimos 15 años han tenido un papel relevante, y son las que permitieron alcanzar estabilidad macroeconómica en la región, redujeron la inflación y el endeudamiento, y colaboraron para el logro de un balance fiscal en los diferentes países. Pero en realidad ese vínculo es, al menos, incierto. Muchos países económicamente exitosos, como Brasil o Argentina, han tomado caminos heterodoxos, con medidas muy distintas a las recomendadas por el BID y otros bancos multilaterales. Las propuestas que venían desde Washington de privatizar nuevos sectores, o desregular aún más los mercados, fueron desoídas por nuevas generaciones de ministros de economía. El regreso del Estado se inició primero bajo los gobiernos progresistas, y solo muy recientemente ha sido aceptado por el BID.
Tampoco debe olvidarse que las reformas que proponía el banco ni siquiera eran ideadas en América Latina, ya que el poder de votación en ese directorio sigue en manos de otras naciones. Las reformas promulgadas por el BID, en general, son producto de decisiones tomadas en un directorio donde cuenta el aporte de capital de cada país. El peso de cada uno de los latinoamericanos es menor al de otros países extrarregionales como Estados Unidos, por ejemplo. Esto da como resultado que ciertas reformas en nuestros países no sean necesariamente decisiones que toman los gobiernos en base a nuestras propias necesidades, sino que son más bien medidas que deben contemplar los requerimientos de los mercados globales [3].
Cada vez más atractivos
En segundo lugar, Moreno considera que ha sido un éxito la estricta regulación financiera adoptada por los gobiernos producto del aprendizaje de las crisis financieras del pasado, la acumulación de reservas para contener los impactos de la crisis, y la captación de inversión extranjera.
Pero la llegada de esos capitales si bien tiene aspectos positivos sobre el crecimiento económico, también encierra problemas y riesgos, como lo alerta Moreno en la entrevista. Los ingresos masivos pueden recalentar algunas economías nacionales, disparar fenómenos especulativos, crear burbujas en algunos sectores (como las inversiones inmobiliarias) o que desembocar en dependencia (como la compra de tierras). Pero por otro lado, una buena parte de la inversión extranjera en la región ha estado dirigida históricamente a la extracción y comercialización de recursos naturales, o a la compra de empresas nacionales. Por lo tanto, se incrementa la presión sobre los recursos naturales, y poco se gana en ampliar la base industrial.
Exitosos por naturaleza
En tercer lugar, Moreno celebra la “gran capacidad” en vender materias primas, sobre todo de Sudamérica, para exportarlas especialmente a China e India. El presidente del BID parece reconocer que el crecimiento de la región en buena medida se debe a la venta de recursos naturales y sus altos precios [4].
Celebrar esta situación es por lo menos alarmante, ya que es asumir una vez más que el papel del continente es vender bienes primarios, para luego comprar manufacturas. Mientras que en el pasado reciente se han buscado alternativas para romper con la dependencia exportadora primarizada y expandir la base propia de industrias, el BID, el Banco Mundial y hasta la CEPAL, parecen abandonar esas metas. Resignadamente asumen que seguiremos siendo abastecedores de minerales y petróleo, alimentos y maderas.
Es cierto que el comercio latinoamericano ha sufrido algunos cambios, pero la esencia de ellos reside en el destino de las exportaciones, y no necesariamente en el tipo de bienes que se exportan. Entre 1990 y 2008 las ventas hacia China pasaron del 0,8 % al 10 % de las exportaciones totales, mientras que las dirigidas a EE. UU. cayeron del 44 % al 37 % en el mismo período. Pero la participación de las materias primas en el total de ingresos por exportaciones se ha mantenido oscilante en el entorno del 50 % en ese mismo período. En 2008, las exportaciones de materias primas de las siete economías más grandes de América Latina y el Caribe, alcanzaron casi los US$ 400 mil millones, que representaron más de la mitad de las exportaciones totales (52, 9 %). Al tiempo que en el Mercosur su participación alcanzó un 59,8 %, y en la Comunidad Andina un absurdo 81 %.
Esperar, pero no sentados
Como puede observarse, las cuidadas afirmaciones de Moreno celebrando la “década de América Latina” tienen una contracara en la persistencia de diversos problemas. En estos años, el papel de muchos Estados sigue debilitado, sea porque en unos casos persisten en atender las indicaciones de organismos internacionales o en seguir los vaivenes de los capitales internacionales, o sea porque sólo son capaces de aprovechar la demanda y altos precios de los commodities. En términos económicos, especialmente en sus exportaciones, muchos países parecen dar pasos de gigante, pero los problemas ambientales y sociales persisten y se están agravando en tanto siguen desatendidos a nivel nacional y también por organismos como el BID.
Entretanto, la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos se ha mantenido en el mejor de los casos, y si bien Moreno lo considera un tema central, a su juicio habrá que tener paciencia ya que sólo podrá resolverse en décadas. De las cuestiones ambientales y las consecuencias de la extracción de recursos naturales, ni siquiera aparecen menciones en la entrevista a Moreno que aquí se comenta.
Si estuviéramos con el presidente del BID, a la hora de tomar el té, habría que recordarle que la situación real del continente no es tan maravillosa como muchos suponen. Aunque si todos los países hubieran seguido las propuestas de reforma que el banco planteaba poco tiempo atrás, seguramente las circunstancias serían más graves. A su vez, asumir que el éxito económico se debe a que se siguen las indicaciones del BID, implicaría que los propios gobiernos latinoamericanos siguen sin poder controlar su propio desarrollo. Todavía estamos lejos de una “década de América Latina”, especialmente en el área ambiental y social.
Notas:
[1] Perspectivas de la economía mundial. Recuperación, riesgo y reequilibrio, FMI, Washington, octubre 2010.
[2] “Esta va a ser la década de América Latina”, entrevista de J. P. Velázquez-Gaztelu a Luis A. Moreno, El País, 28 de noviembre 2010, Madrid.
[3] Por un análisis más detallado puede consultarse BID: mucho más banco que interamericano, M. Buonomo, 2009. Disponible aquí …
[4] Esta idea también ha sido apoyada desde el Banco Mundial hacia fines de 2010 en el informe anual sobre los Recursos Naturales en América Latina y el Caribe, donde en su presentación se sostuvo que la abundancia de materias primas que posee Latinoamérica representa “una llave a la prosperidad”, y la comercialización de las materias primas con nuevos mercados continuará contribuyendo al crecimiento económico de la región. Los Recursos Naturales en América Latina y el Caribe. ¿Más allá de bonanzas y crisis? E. Sinnott, J. Nash, A. de la Torre, Banco Mundial, Washington, agosto 2010.
M. Buonomo es economista en CLAES. Publicado en Política y Economía, enero 2011.