por José da Cruz – El 23 de junio de 2008 informaba el diario La Prensa, de La Paz, Bolivia: “El Sí ganó ayer en Tarija para la aprobación de su Estatuto Autonómico con el 77,7 por ciento /…/”.
Este dato, digamos que por comodidad, fue aumentado al 80 por ciento por las agencias de prensa. Así fue repetido por radios y televisoras en nuestro país. La gran mayoría de la audiencia probablemente quedó con la idea de que el triunfo autonomista había sido arrollador. Evo Morales debería pensar en regresar a su casa sin siquiera esperar el resultado del futuro referéndum sobre su continuidad en el cargo.
Muchos vemos con preocupación las maniobras internacionales para desmembrar al Estado boliviano. De acuerdo a ese 80 por ciento alegremente difundido en los medios, la realidad indicaría una mayoría aplastante a favor del desguace de Bolivia. Hay que separarse y chau, dice la oposición, apoyan algunas embajadas, y corea la prensa más notoria. No importa la posición del gobierno sobre la legalidad o ilegalidad de estas acciones, y sobre las idas y vueltas de la pelota entre poderes locales, Congreso Nacional, poder Ejecutivo, poder Judicial. Todo lo que no contribuya al separatismo es autoritarismo, dictadura, atropello antidemocrático, bla, bla, bla, toda la batería argumental repetida a diario en los medios.
Sin embargo, la nota del diario La Prensa continúa “/…/ contra el 22,3 del No /…/ la abstención alcanzó al 36,4 por ciento /…/”. Aquí comienzan los matices: el 77,7 por ciento se refería a votos emitidos, pues un porcentaje importante de los habilitados para votar no participó. Los grupos militantes de apoyo al gobierno optaron por la abstención, pero otros, también contrarios a las aspiraciones de los grupos locales de poder, votaron el No.
Si al total de habilitados restamos el 36,4 por ciento de abstenciones nos queda que votaron un 63,6 por ciento. Tomando en cuenta el total del padrón de habilitados, los votos del Sí sumaron entonces un 49 por ciento, enfrentados a un 51 por ciento que, o bien se abstuvieron como forma de marcar su voto –abstención militante, no para quedarse en casa mirando la tele– o bien votaron en contra.
Es obvio, no podemos decir que todos quienes se abstuvieron lo hicieron como repudio a los grupos privilegiados locales, pero “80 por ciento” es mucho más impactante que “la mitad de los habilitados”. La mitad es una cifra muy importante y no hay que cerrar los ojos pretendiendo ignorarla, pero ya no es ese “80 por ciento” lanzado al aire fuera de contexto.
La opinión pública desprevenida probablemente tenga una vaga idea de lo que sucede, se enteró de la existencia de Tarija cuando la CNN empezó a nombrarla, y nunca pensó si Bolivia es más o menos grande que Francia o tiene tanta o menos población que Irak. Un 80 por ciento “en contra del Indio” suena impresionante. No es inocente: fuerzas muy poderosas presionan para influir en el complejo proceso político boliviano.
¿Qué hubiera sucedido si la agencia noticiosa no hubiera utilizado porcentajes, sino cifras? Sigamos con el periódico: “Para la consulta de ayer, la Corte Departamental Electoral habilitó a 173.231 /ciudadanos/”. Trabajemos un poco con este dato, pues a partir de él, el mensaje noticioso podría haber sido muy diferente.
Tal número de habilitados es el 4,66 por ciento de un padrón electoral total de 3:712.993 ciudadanos. De ese total, el 49 por ciento –o sea 84 883 ciudadanos– votaron el Sí. Puesto que 84 883 es el 2,29 por ciento del padrón nacional, la noticia podría haberse presentado así: “Apenas algo más del dos por ciento de los electores bolivianos apoyaron el referendo autonómico de Tarija”. Es una barbaridad, pero no una mentira.
Sería una burda manipulación, ¿pero no es una manipulación bocinear a todos los rumbos que “el 80 por ciento” votó a favor de que Tarija conquistara la autonomía y en contra del gobierno de Evo Morales? Las conclusiones sáquenlas ustedes…
J. da Cruz es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina).