por José da Cruz – Llegó el futuro de la Amazonia: dividirla en lotes y concesionarla entre empresarios. La semana pasada, fines de octubre de 2007, el gobierno brasileño autorizó el arrendamiento de 200.000 hectáreas en Rondônia. Dicho así, de golpe y sin anestesia, da miedo. Sea lo que fuere la Amazonia, si pulmón verde, si naturaleza intacta, si la mayor cuenca hídrica existente, aún si territorio salvaje digno de la conquista para mayor gloria del Brasil, eso de lotearla suena muy fuerte.
De esto se viene hablando hace años, y han circulado campañas muy duraderas en busca de firmas para presentar ante el parlamento en Brasilia. Finalmente, sucedió lo que sucedió… El razonamiento es simple y brutal: los intereses económicos y las necesidades sociales avanzan sobre la selva y no los puede (¿o debe…?) parar nadie. El gobierno lulista lo defiende sin reservas, la ministra del ambiente Marina Silva incluida.
En un reportaje sobre la explotación forestal en el sudeste asiático decía uno de los Señores del Papel escandinavos: “Nosotros cuidamos la selva, mientras otros depredan. Esa depredación va de la mano de los pobres que deben sobrevivir. Nosotros les damos trabajo y explotamos la selva de forma ordenada. Establecemos un área circular y dejamos corredores biológicos interconectados, para permitir la migración animal. Eso es racional y científico; lo otro es caos. Los primeros años, los obreros venían a trabajar descalzos, con hacha; ahora se han comprado botas, motosierra y una motoneta en cuotas. Es más, algunos estudios indican que la biodiversidad en nuestras áreas de reserva incluso ha aumentado”. Ese discurso se va a repetir en Brasil hasta la náusea: las transnacionales son las verdaderas guardianas del planeta, planeta que cada vez más se parece a una cárcel, y donde futuro es sinónimo de consumo.
No hace mucho tiempo circuló por Internet un mapa de América del Sur donde la Amazonia se describía como “reserva internacional a cargo de los Estados Unidos y las Naciones Unidas”, para salvarla de los “gobiernos criminales y corruptos” de los ocho países “pobres y miserables” que tienen jurisdicción sobre la selva. El mapa está incluido en la página 76 del texto escolar Introducción a la Geografía, del autor David Norman, utilizado en la Junior High School de los Estados Unidos, equivalente a nuestro sexto grado de educación primaria.
Puede ser que el documento –en formato PDF– sea cierto o puede no serlo. ¿Un hoax más? No puedo verificarlo. Sin embargo, ya en la época de los imperios clásicos exterminate the brutes era la norma, cumplida a punta de látigo, sable o cañón. Dócil y bueno era quien aceptaba su esclavitud, cambiaba sus dioses y su cultura y era despojado de todo menos de la fuerza de sus brazos ya que la de sus pies, por las dudas, estaba impedida por un grillete. Ese era nuestro bruto; el otro merecía el exterminio.
Las presiones económicas sobre el Amazonas vienen de todos lados, de afuera y de adentro, y el Brasil tiene que pagar deudas. Los ganaderos del sur y del nordeste, gaúchos, mineiros, cearenses, avanzan y deforestan para criar más bois de exportación, los madereros clandestinos o legales deforestan a beneficio de monocultivos para celulosa y maderas finas de consumo de lujo, los sojeros y los azucareros avanzan pues los biocombustibles les prometen el paraíso en la tierra, es decir, más plata. Y ni hablemos del hierro, el oro, los diamantes… y el agua…
La defensa desde la izquierda diet reza que la biodiversidad es fuente inagotable de recursos y puede rendir mucho. ¡Como si las transnacionales no se hubieran dado cuenta de ello hace rato! ¿O fue por ignorancia que una trans japonesa quiso patentar el guaraná? Cualquier día las palmeras aceiteras, el dendé, el cupuaçú, el burití, recibirán nombres en inglés o mejor aún denominaciones como Texaco S.567.31 B, o Exxon & Total ultraQUICK, o DutchTransArab XXL.
El periodista Efraim Neto –¿necesito aclarar que es brasileño?– comentó en un foro ambientalista que el diario argentino La Nación sostuvo, a raíz de la concesión, que la privatización de la Amazonia puede ser una buena noticia ya que hay dos problemas para preservarla. Por un lado, y tal como argumenta Lula, falta fiscalización; aislar a la mayor selva del planeta del contacto humano es una utopía y el 70 por ciento de lo que paguen los arrendadores irá para fiscalizar. Por otro lado, como argumentan los iguales del papelero citado arriba, hay diferencia entre desmonte y explotación sustentable. La falta de desarrollo y por lo tanto de trabajo convierte a los desempleados en mano de obra para operaciones ilegales. Mantener la selva en pie puede ser un buen negocio.
En otro mensaje, Efraim se refirió a un comentario de Greenpeace sobre la fiscalización: cada fiscal es responsable por un área del tamaño de Suiza… El ingreso de las masas desposeídas al mercado de consumo tiene su versión tercermundera ofrecida por Lula: si los mineros del carbón en China pueden trabajar en las condiciones en que lo hacen, ¿por qué no podrían los brasileños cortar caña según nuestras condiciones? Que por ahí anda un grupito de millones llamado Movimiento de los Sin Tierra en busca de otras condiciones no llegó a oídos del presidente.
Esos oídos escuchan a algunas de los organizaciones no gubernamentales interesadas en el Amazonas, que reflejan, para bien o para mal, una preocupación muy extendida. Según estimaciones se cree que hay unas 100.000 ONGs en acción sobre el tema, pero varias prefieren que el verdugo ofrezca una almohada donde apoyar la cabeza antes de dejar caer la guillotina. En coincidencia con el gobierno brasileño propugnan el progreso limpio de las transnacionales del etanol, los transgénicos, la exportación de patentes, el desarrollo de resorts, y las instalaciones de turismo depredador. Como concluye La Nación: «El ambientalismo pragmático tal vez sea mas eficiente que las utopías». Recién se abrió la tienda, así que aún no está todo el pescado vendido…
J. da Cruz es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina).