por Dani Rodrik – A veces las ideas simples y audaces nos ayudan a ver más claramente una realidad compleja que requiere abordajes matizados. Yo tengo un “teorema de imposibilidad” para la economía global que es así. Dice que la democracia, soberanía nacional e integración económica mundial son mutuamente incompatibles: podemos combinar cualesquiera dos de las tres, pero nunca tener las tres simultáneamente y en su esplendor.
Aquí está cómo se ve el teorema en una imagen:
Para ver porqué esto tiene sentido, nótese que la profunda integración económica requiere que eliminemos toda los costos de transacción que los comerciantes y financistas enfrentan en sus tratos de cruce de frontera. Ellos generan riesgo soberano, crean discontinuidades regulatorias en la frontera, evitan la regulación global y supervisión de intermediarios financieros, e incluso vuelven a los prestamistas globales de último recurso un sueño desesperanzado. El mal funcionamiento del sistema financiero global está íntimamente ligado a estos costos específicos de transacción.
Entonces, ¿qué hacemos? Una opción es ir por el federalismo global, donde alineamos el objetivo de políticas (democráticas) con el objetivo de mercados globales. Realistamente, sin embargo, es algo que no puede hacerse a escala global. Es bastante difícil alcanzar aún entre países similares y de maneras de pensar parecidas, como la experiencia de la Unión Europea demuestra. Otra opción es mantener el estado nación, pero hacerlo receptivo solo a las necesidades de la economía internacional. Este sería un estado que perseguiría la integración económica global a expensas de otros objetivos domésticos. El estándar de oro del siglo XIX provee un ejemplo histórico de este tipo de estado. El colapso del experimento de convertibilidad de Argentina en los 1990s provee una ilustración contemporánea de su inherente incompatibilidad con la democracia.
Finalmente, podemos reducir nuestras ambiciones respecto a cuanta integración económica internacional podemos (o deberíamos) alcanzar. Entonces vamos por una limitada versión de la globalización, que es de lo que se trataba el régimen post guerra mundial de Bretton Woods (con sus controles de capitales y liberalización del comercio limitada). Desafortunadamente se ha convertido en una víctima de su propio suceso. Hemos olvidado el compromiso incrustado en ese sistema, y que fue la fuente de su éxito.
Por eso yo mantengo que cualquier reforma del sistema económico internacional debe lidiar con este trilema. Si queremos más globalización, debemos o bien renunciar a algo de democracia o a algo de soberanía nacional. Pretender que podemos tener las tres simultáneamente nos deja en una inestable tierra de nadie.
D. Rodrik es economista, docente en la Facultad de Gobierno J.F. Kennedy, Universidad de Harvard, Estados Unidos. Publicado el 27 de junio de 2007, en el blog del autor. Traducido por P. Visca (CLAES D3E).