Multitudes inteligentes

Multitudes inteligentes

por José da Cruz – Según lo que se dice por ahí, una multitud inteligente es un grupo que actúa mediante autoconvocatoria. Me explico: alguien envía un llamamiento a los integrantes de su lista de correos a favor o en contra de alguna cosa, y cita a una reunión en la plaza Talporcuál a determinada hora. Pide que el mensaje se replique; a la vez, cita a quienes tiene en la memoria de su teléfono y lo anuncia en su blog. Es probable que concurra mucha gente gracias a la difusión virósica del mensaje: las posibilidades comunicativas actuales pueden tener resultados impredecibles.

Esto tiene una evidente potencialidad política y social. Manifestaciones y fiestas más o menos ilegales se convocan así para desesperación de la policía, pero también hay otras posibilidades: las de consumo. Es así: alguien descubre una oferta de, digamos, determinada cámara fotográfica, difunde un mensaje llamando a posibles interesados en ese aparato. Por vía electrónica se arma un grupo. Ese grupo concurre en masa al comercio que hace la oferta, y exigen más rebaja al vendedor. Suelen lograr buenas oportunidades, dicen los entusiastas.

El método implica que los miembros tengan acceso permanente a Internet y dinero de sobra como para invertir en algo que no habían planificado. La oferta genera la demanda. Sospecho que en realidad siempre ha sido así y por algo el marketing es una cuasi ciencia. El comercio nos indica en qué gastar, previo a que lo decidamos nosotros. Dicen los españoles que van a la tienda El Corte Inglés para así enterarse de qué es lo que necesitan.

Una idea similar decidió a una inmobiliaria finlandesa a poner en Internet fotos de las edificaciones de Helsinki: no están en venta, ni para alquilar, ni mucho menos, pero si usted ve un edificio interesante para su empresa o para invertir algún milloncejo siempre puede hacer una oferta. ¿Quién le dice que los dueños no se decidan a soltar el hueso, si la tentación es lo suficientemente fuerte? Otras empresas han seguido el ejemplo.

A medida que el mercado se restringe en cantidad, pues cada vez hay más pobres, y se expande en calidad, pues cada vez hay más ricos, las ideas sobre cómo hacer dinero se multiplican y evolucionan. ¿Usted no pensó que buena parte de su día se la pasa en el baño, leyendo revistas viejas o contemplando los azulejos de la pared mientras hace otros menesteres? Se ha calculado que el promedio es de un año y medio por tiempo de vida. ¡Todo ese tiempo robado al consumo activo! ¡Eso no se puede permitir!

Por escasos 300 dólares cómprese una cisterna rodeada por un acuario. Pececitos, escorpiones o arañas pueden prosperar allí y acompañarlo. Claro, no sé si me gustaría tener arañas a cinco centímetros de mi trasero, pero la idea fascinará a más de uno. Más interesante es un soporte para papel higiénico que a su vez permite conectar el iPod: tiene cuatro parlantes y recarga la batería del aparatito.

Si usted, Dios no lo permita, pertenece a quienes tienen dificultades para abandonar su pasado y cada visita al baño implica un buen rato de martirio doméstico, apueste al Trono Definitivo de la empresa Roto-Rooter. Según la noticia, incluye “DVD, televisión plana, una consola de vídeo juegos Xbox 360, un iPod con su soporte, un ordenador portátil, un refrigerador y, por si algo sale mal, un botón de emergencias”.

La habitual competencia por el uso del baño se va a acentuar en su casa, sin duda, pero múdese al baño y ríase del impuesto a la renta. Con dinero, el paraíso puede comprarse en cómodas cuotas, y más barato aún si logramos invadir un gran almacén con una multitud inteligente en demanda de Roto-Rooters.

J. da Cruz es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina).