Superman recargado en tiempos de globalización

Superman recargado en tiempos de globalización

por Eduardo Gudynas – La nueva película de Superman ofrece una paradoja: nos dice desde el título que regresa después de una larga ausencia. Pero en verdad nunca nos ha abandonado. La figura de este superhéroe se ha difundido por todo el planeta desde que cobró vida como un «comic» en revistas que se traducían a todos los idiomas. Superman fue uno de los más tempranos productos culturales del siglo XX en alcanzar una presencia planetaria; todos sabían el secreto de Clark Kent, y Metrópolis pasó a ser el espejo de toda ciudad.

La recarga de Superman se hace alrededor de eternas luchas entre el «bien» y el «mal», tejiendo mensajes morales bastante simples. Hay una serie de personas que son muy pero muy malas, y Superman es superbueno, y gracias a sus acciones, pasando por algunos momentos de sufrimiento, retorna todo a un balance donde prevalece el bien. Ciertamente es una versión anglosajona y protestante del bien, donde prevalece la humildad, la constricción al trabajo y la perseverancia. Superman no baila, no toma, parece que no tiene sexo, y nunca se lo escuchó cantar. Pocas veces se ríe y es un solitario.

A diferencia de la tradición anterior, Superman no es un «dios» ni un «hijo de un dios», y carece por lo tanto de una esencia divina que lo separe de los humanos desde su nacimiento. Pero tampoco es genuinamente humano como otros héroes, como es el caso de Batman. Superman en sus primeros años tiene la particularidad de ser un extraterrestre. Esa novedad se fue perdiendo poco a poco a lo largo del siglo XX, en tanto si bien no hemos encontrado ningún alienígena verdadero, igualmente estamos rodeados por ellos: tenemos los monstruos de Alien, los ojos saltones de ET, la agresividad en Marte Ataca, y algunos risueños, como Chuwaka.

Entonces, el hecho que Superman sea un alienígena dejó de ser relevante. Ni siquiera podemos imaginarlo como un asilado en la Tierra o un migrante, un espalda mojada (o pies mojados) que debe enviar sus remesas a Krypton. Además, su condición de alienígena pasa desapercibida en un mundo simbólico repleto de asilados de todos los mundos extraterrestres que podemos imaginar, pero donde la realidad cotidiana muestra que un «alien» necesita una visa de ingreso a los países industrializados.

Como Superman desatiende todas estas cuestiones, una vez más, una visión simplista de la lucha contra el mal vuelve al centro. Pero la construcción y definición del mal es demasiado simple, y demasiado alejada de los verdaderos problemas del mundo global. Nunca hemos visto a Superman desarmando un complot para evitar fraudes financieros en la economía global, nunca persigue a los dueños de las corporaciones que se divierten en América Latina, nunca ha estado en una misión de paz de la ONU. Tampoco usa su súper oído para escuchar esas reuniones que tienen lugar a puertas cerradas donde se deciden qué gobiernos se mantienen y cuáles sufrirán los embates de los mercados globales.

En estos tiempos globales se ha vuelto común organizar los «contra» eventos a cualquier reunión del Banco Mundial, el FMI o de otras instituciones internacionales. Pero por suerte hasta ahora no ha fructificado la idea de un contra-evento con superhéroes creados en el sur. Es posible que a alguno eso le resulte interesante, y juegue con la fantasía de lograr la atención de los medios de comunicación. Pero significaría caer en el mismo tipo de razonamiento que estamos criticando, apelando a una imagen minimalista del mundo y sus problemas. Respiro aliviado de que no tengamos una versión latinoamericana de Superman –no la necesitamos.

Es que Superman no ataca ninguno de los problemas reales del mundo global actual. Por esta razón, el hombre de Kryptón se convierte en una distracción constante, más cercano al Pato Donald que a un Batman, más terrenal y atormentado por dudas y demonios. Es un superhéroe sin dudas, y por lo tanto muy distinto a los cuestionamientos que invaden al Hombre Araña. Superman se recarga una y otra vez para recrear sus distracciones, y por eso se acerca a la visión de un mundo construido para asegurar la dominación y el control, como sucede en Matrix. Su mensaje no permite la relatividad moral (por ejemplo, nunca usó sus superpoderes para enfrascarse en la defensa de los derechos de la mujer, ni ha apoyado al movimiento gay), y por esa razón regresa a una modernidad inicial que descansa en reglas morales que supuestamente todos deben aceptar. De esta manera Superman no aceptaría la posmodernidad ya que es demasiado relativa para sus rígidas posturas. Pero tampoco es un dios, despojándose de toda religiosidad, y anclándose entonces en las formas iniciales de una modernidad con muchas exigencias morales, pero con poco análisis ético.

Justamente, esa invocación moral sin una discusión ética sobre los valores en juego, hace que Superman presente siempre un mensaje caricaturizado como él mismo. No logra ninguna profundidad en su marco moral porque se expresa siempre en la simplicidad de villanos que son apenas esbozados, y un Superman que a pesar de ser global desatiende todos los problemas de la mundialización actual.


E. Gudynas es analista en CLAES D3E. Publicado en el semanario Peripecias Nº 6, 19 julio 2006.