Entrevista a Manuel Calloquispe por Nicolás Minetti – Manuel Calloquispe Flores es carpintero. Vive en Puerto Maldonado, una pequeña ciudad en la Amazonia de Perú, donde es uno de los líderes sociales locales y regionales. Su historia refleja las tensiones que se viven en la Amazonia, por cierto muy distinta de las versiones paradisíacas sobre vivir en el bosque, como también distinta de quienes enarbolan la bandera del progreso como justificativo de toda destrucción.
Manuel está presente en el Foro Social de las Américas para participar de varias actividades, entre ellas el lanzamiento de la Comisión Latinoamericana sobre Globalización y Ciudadanía. En un alto entre un taller y una mesa redonda, repasamos su historia. Manuel trabajó desde niño en tareas agrícolas para ayudar a la subsistencia familiar. Logró terminar el secundario en su pueblo natal, pero cuando emigró hacia Lima para estudiar administración de empresas no pudo hacer frente a los gastos que eso implicaba. Volvió a a Puerto Maldonado, donde junto a su familia debió enfrentaron la caída de sus ingresos en sus actividades agrícolas y ganaderas. «Un campo de tala y quema dedicado a la agricultura dura únicamente un año, y uno debía esperar cinco años para volver a plantar allí. Se complementaba con algo de ganadería y aves, pero mi padre no podía mantener a una familia tan extensa, somos nueve hermanos, con eso», afirma Manuel.
Entonces decidieron hacer lo que muchos hacen en Puerto Maldonado y otras localidades Amazónicas del Perú: extraer madera de las selvas que le rodeaban. Poco a poco Manuel comprendió que este era un camino sin salida; los árboles de mejores maderas se hacían más y más raros en la zona, y se debía ir a buscarlos a sitios cada vez más alejados, exigiendo en algunos casos viajes de muchos días por tierra o en bote. La salida no estaba en la tala de los árboles para que intermediarios y acopiadores se los llevaran de la zona, sino en procesar la madera directamente en la zona, generando empleo y valor agregado. «Yo pasé de la extracción de madera a la ebanistería y carpintería; la extracción no deja ingresos, solo favorece al comerciante que la extrae y la transporta a otros sitios», dice.
Hoy, a los 37 años, Manuel expresa un agudo sentido común y naturales dotes de liderazgo, que desembocaron en emprender un proyecto que le puede cambiar la vida a toda una ciudad. Su sueño es «una planta de transformación de madera, donde podremos vender servicios de maquinado como secado de madera, aserrado, cepillado y cortes; también tendremos un sector de la planta destinado a las tareas de ensamble, lijado y laqueado». Ese sueño comenzará a funcionar antes de fin de año.
Emprendimientos de ese tipo no son nada sencillos ni siquiera menores en la Amazonia peruana. La región de Puerto Maldonado, como otras zonas del departamento de Madre de Dios, sufre agudos conflictos sociales y ambientales, a los que Calloquispe no es ajeno. Inserto en una comunidad que en buena medida sigue viviendo del ambiente, en muchos casos destruyéndolo, y sin alternativas reales que permitan salir de la pobreza o subsistir, cada nuevo paso que se da hacia otras opciones de desarrollo es una tarea difícil y compleja. Las tensiones están en todos lados, sea de los que quieren tener rápidamente mayores ganancias económicas, como de los ambientalistas locales que exigen duras medidas de conservación de la selva.
La propuesta de la planta de procesamiento de madera exige una inversión de 300 mil dólares, un emprendimiento sin antecedentes en la zona. Pero más que empleos lo que va a generar es libertad: libertad de un sistema que los explota tanto a los pobladores locales como a la propia Amazonia.
El testimonio de Manuel expresa los tensiones que se dan entre la necesidad de conservar la riqueza ecológica de la Amazonia, la urgencia de remontar la pobreza y tener una vida digna, la presión de los intereses comerciales locales y regionales, y las acciones estatales, a veces torcidas, en otros casos inútiles. En muchas zonas amazónicas la deforestación sigue avanzando, mientras que son muy limitadas las alternativas productivas locales. Manuel afirma que en Madre de Dios «la tala del bosque comenzó algo tarde y aún queda un 60% de bosque, pero el resto ya se ha talado». «La extracción de madera empezó a inicios de los 80 y desde los 90 se transformó en la actividad principal de Puerto Maldonado», nos cuenta. La corta de árboles es tanto selectiva, orientada a las maderas de mayor valor como cedro, caoba o tornillo, como indiscriminada en aquellos sitios donde avanza la agricultura. Además, como las maderas de mejor calidad se hacen cada vez más raras, el costo de extracción ha aumentado tanto que variedades como el tornillo ya no tiene rentabilidad.
Enseguida advierte que «el mayor problema es que la pobreza lleva a una tala ilegal incontrolable, tanto dentro de las concesiones forestales de empresas como dentro de comunidades indígenas». Desde 1998 comienzan los problemas sociales porque la tala llega a los territorios de las comunidades indígenas en aislamiento voluntario. «Hay muchos enfrentamientos violentos entre los indígenas y los taladores que llegan incluso al asesinato. Hasta ahora han habido 15 muertos en el lado de los madereros y un número imposible de determinar entre los indígenas» , relata Manuel.
A fines de los años noventa a los conflictos sangrientos entre indígenas y madereros se le suma la lucha de estos últimos contra la ley forestal que promulgó el gobierno de Perú, bajo la cual se otorgaban concesiones en los bosques para la extracción de madera. Las exigencias de esa ley empeoraron las cosas, ya que sólo podían acceder las grandes empresas. Manuel relata que «liderados por Rafael Ríos, dirigente maderero que fue elegido presidente del gobierno regional de Madre de Dios en el 2001, se llevó adelante una lucha contra esa ley con ribetes cada vez más violentos. Se llegó a incendiar tres sedes regionales de organismos del Estado», la dirección de Agricultura, INRENA (instituto de los recursos naturales) y SENASA (la agencia en sanidad agrícola). «También se atentó contra organismos no gubernamentales ambientalistas como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y ProNaturaleza». Estos ataques contra ONGs responden, según aclara Manuel, a que los madereros consideran que sus técnicos no son de la zona y sus propuestas alternativas no son aplicables en la realidad o no permiten el sustento de las familias. Actualmente, Ríos espera en la cárcel el resultado de los juicios por delitos contra el Estado y la propiedad privada que se están llevando adelante luego de esas protestas.
Le preguntamos inmediatamente si participó de las protestas lideradas por Rafael Ríos. «Si, pero solo desde el lado de las propuestas. Yo ya había pasado de la extracción a la ebanistería y carpintería. Junto a otros carpinteros pedíamos al Estado que instalara nuevas tecnologías para la transformación de la madera. La extracción no dejaba ingresos, y solo favorece al comerciante que la extrae y la transporta a otros sitios.»
En su relato se expresa la paulatina transformación de Manuel de talador en carpintero, y desde allí un redescubrimiento de la Naturaleza. ¿Cómo se transformaron en carpinteros? – preguntamos. «Uno aprende de la enseñanza de los padres. Ellos tenían pequeños talleres. Logramos reunir 150 carpinteros que trabajan para el mercado local, y formamos un movimiento. Ahora tenemos un proyecto que involucra 56 carpinteros para instalar la planta de transformación de madera.»
Esta propuesta es una alternativa frente al modelo maderero tradicional, que termina en manos de grandes empresarios que arrastran a muchos de las comunidades locales a talar indiscriminadamente, quienes rehenes en la pobreza se enfrentan a las comunidades indígenas y el gobierno.
Manuel advierte que «el modelo de extracción forestal es perverso, y debemos cambiar esa estrategia. En Puerto Maldonado ya estamos concientizados que estamos perdiendo gran parte de nuestro bosque. Lo que necesitamos es un procedimiento que nos permita extraer madera, que nos permita vivir, y que sea posible mantener el bosque, por ejemplo con reforestación. Pero no puede ser que el modelo sea impuesto por el Estado. Lo que deseamos es generar un nuevo modelo entre todos en una mesa de concertación.» Las exigencias ambientalistas a veces tampoco atienden las realidades locales, y por lo tanto es necesario una salida productiva.
Por lo tanto, emprendimientos como los de Manuel apuntan a buscar actividades productivas que permitan salir de la pobreza mientras se reduce la presión sobre los árboles de maderas exóticas. Además será posible iniciar esfuerzos de reforestación y recuperación de áreas degradadas. Esta historia, que es real, deja en claro que en la Amazonia todo es mucho mas complejo que lo muchos suponen. Allí se vive, todos los días, el drama de la subsistencia, de la naturaleza, y de las personas.
La versión completa de la entrevista está disponible gratis en formato PDF en el librillo «Voces desde la ciudadanía, miradas sobre la globalización» – Descargar …
N. Minetti integra el equipo de D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina) y es además editor de la revista Factor S. Publicado en La Insignia el 29 de julio de 2004.